Volumen 1, N°1 Agosto de 2004

Notas para el estudio de la obra historiográfica de Don Eugenio Pereira Salas (1)
 

 

Autor
Guerrero Yoacham, Cristián
Filiación

Profesor Titular, Universidad de Chile

Correspondencia
Xxxxxx  
Cita
Guerrero Yoacham, Cristián. Notas para el estudio de la obra historiográfica de Don Eugenio Pereira Salas. Revista de Estudios Históricos, Volumen 1, Nº1 Agosto de 2004

 

Al presentar estas notas que no tienen otro objetivo que estimular el estudio crítico de la obra historiográfica de don Eugenio Pereira Salas (1904-1979), debo advertir al lector que sufro de importantes limitaciones para tratar el tema en forma integral y con la autoridad y objetividad necesarias. Las razones que explican esta afirmación son muy claras y las explico de inmediato.

El solo hecho de tener que definir a don Eugenio Pereira Salas como historiador, analizar y criticar su obra multitemática, es por sí una tarea difícil, y se puede caer en omisiones u olvidos involuntarios y no justipreciar adecuadamente su trascendental aporte a la historiografía nacional y americana. En segundo lugar, durante 25 años estuve estrechamente ligado a don Eugenio. Fui su amigo, su ayudante, su jefe de trabajos, profesor auxiliar y profesor paralelo en la Cátedra de Historia de América del Departamento de Historia de la Universidad de Chile. También trabajé con él en el Centro de Investigaciones de Historia Americana, en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura, en el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, en el proyecto editorial “Enciclopedia Chilena”, en la Academia Chilena de la Historia y otros organismos culturales. Y en ese lapso, día a día, recibí su enseñanza, su consejo siempre atinado, su guía sabia y erudita, y, en fin, fui privilegiado hasta el extremo que llegó a considerarme como un verdadero hijo. Todo ello hace imposible que al referirme a don Eugenio Pereira Salas, sea total y absolutamente objetivo porque es demasiado grande el cariño y amor filial que guardo por este hombre extraordinario.

En tercer lugar, he dicho que la obra historiográfica de don Eugenio Pereira es multitemática, aunque está centrada en Chile y en América. Yo me he dedicado al estudio de la historia de los Estados Unidos y son escasos mis conocimientos de la historia de la música, del folklore, del teatro, de la pintura, de la arquitectura, de la cocina chilena y otras especialidades que fueron precisamente los campos que don Eugenio investigó exhaustivamente y en los cuales fue el primero entre los primeros. Sin embargo, apoyado en estudios críticos sobre la obra de don Eugenio, en la lectura cuidadosa de sus trabajos, en mis recuerdos personales y, por sobre todo, en su enseñanza que, como ya está dicho, recibí durante 25 años, creo poder aportar algo nuevo o, a lo menos, dar testimonio de su trabajo, de sus ideas y de sus inquietudes intelectuales que se plasmaron en una vida dedicada a la enseñanza e investigación.

Algunos datos biográficos nos ayudarán a comprender la vida del Profesor Pereira, una existencia plenamente realizada, hermosa y sencilla como pocas, que por sí sola constituye un faro y un ejemplo permanente.

Eugenio Miguel Pereira Salas, hijo de don Francisco Pereira Gandarillas y de doña Florencia Salas Errázuriz, nació en Santiago el 19 de mayo de 1904.

Don Eugenio pasó sus primeros años en casa de sus abuelos en calle Monjitas y en el fundo familiar Mendoza, en Colchagua, donde su padre dedicado a las faenas del agro, le dio a conocer la hermosura del paisaje de esa tierra generosa, la vida de los campesinos; allí don Eugenio vio las fiestas populares, la topeadura de los huasos, el baile auténtico de la cueca; oyó el cantar de los lugareños y conoció el ingenio de los payadores y “puetas”. Allí don Eugenio aprendió a conocer a Chile, a su tierra, a su gente, y comprendió cuánta verdad había en las palabras de Gabriela Mistral, “Chile, una voluntad de ser”.

De su madre, hermosa mujer dotada de fino gusto artístico, don Eugenio heredó muchas dotes musicales y el refinado gusto estético que más tarde desarrollaría y volcaría en sus obras. La afición por la música, la pintura, la literatura y el estudio sistemático y erudito de estas manifestaciones del espíritu, fueron una herencia materna muy acentuada.

Siendo muy niño, don Eugenio ingresó al Colegio de La Salle, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, educadores por excelencia; allí se ganó el cariño del Hermano Emilio. Más tarde pasó al Instituto Nacional, donde estudió entre 1917 y 1924, años duros y difíciles por el término de la Gran Guerra y la incertidumbre posterior al conflicto. La historia, literatura y la filosofía, fueron sus asignaturas predilectas. En el Instituto fundó una Academia Literaria y escribió versos de amor; su autor preferido por aquellos años fue Ibsen, cuya lectura compartió con sus amigos y compañeros de curso, entre quienes estaban Mario Alessandri Rodríguez, Raúl Matte Larraín, Raúl Lecaros y Antonio Sarah, todos médicos distinguidos, Abraham Poblete, abogado y Ministro de la Corte de Apelaciones, y muchos otros que han tenido gran figuración nacional.

Entre los maestros del Instituto Nacional, don Eugenio tuvo especial afecto por don Gustavo Fernández Godoy, profesor de Historia; don Antonio Diez, profesor de francés; don Eleodoro Flores, profesor de gramática castellana; don Samuel Lillo, poeta laureado y catedrático de la Universidad de Chile; el filósofo y destacado educador don Pedro León Loyola y don Carlos Silva Figueroa.

Por aquellos años el carácter de don Eugenio se definió. Siempre alegre, con la broma fina y oportuna en los labios, un acentuado amor al trabajo intelectual, un afán profundo de saber y conocer, de investigar e indagar y una acentuada inclinación por las bellas artes, especialmente la música y en forma específica el canto, hecho que lo llevó años más tarde a incorporarse a la Sociedad Bach que fundara y dirigiera don Domingo Santa Cruz Wilson, formando parte del directorio a partir del 7 de diciembre de 1924. Pero, no se crea que era un alumno aislado, solitario, “tonto grave”, como podría pensarse. Muy por el contrario. En 1963, don Eugenio contó a una periodista esta anécdota de sus años estudiantiles:

“Ya en Humanidades salíamos a veces a hacer la corte a las alumnas del Liceo N° 1. En una ocasión que andábamos en esos trajines, de improviso se acercó por detrás nuestro una persona que nos preguntó: ¿Los acompaño muchachos? Era el Inspector General, el “Pingo” Rivera... quien produjo un desbande total”[3].

En 1925, después de rendir el Bachillerato en Humanidades, don Eugenio ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile a estudiar Historia y Geografía. Lamentablemente, hasta el momento no he podido encontrar las notas con que aprobó las diferentes asignaturas, pero sé con certeza —por informaciones orales que he recogido— que fue un alumno destacado y que encontró un apoyo y fuerte estímulo de parte de don Julio Montebruno, de don Juan Gómez Millas y muy especialmente del egregio maestro y erudito humanista, formador de muchas generaciones de profesores, don Luis Puga Rojas, quien lo interesó por la Historia de América y de Chile y se constituyó en su consejero y amigo de toda la vida.

El 2 de abril de 1929, don Eugenio presentó su Memoria de Prueba que tituló “Ensayo sobre la historiografía inglesa”. De este trabajo, mecanografiado, he encontrado dos ejemplares. En uno de ellos aparece la siguiente anotación:

“Calificación: Excelente. Santiago, 11 de Abril de 1929”. Firman los profesores Raúl Ramírez y Luis Puga. En el otro ejemplar está escrito el informe del profesor Ramírez que dice textualmente: “...estimo que la presente tesis merece ser aprobada con la nota de excelente y una recomendación especial de su autor a la Universidad”. Según se desprende de la introducción a la Memoria, don Eugenio planificó una segunda parte con selección de textos de los historiadores estudiados, la cual no he podido encontrar y supongo que sólo quedó en proyecto.

El 15 de abril de 1929 se otorgó a don Eugenio Pereira el título de Profesor de Historia y Geografía, del cual tomó conocimiento el Consejo Universitario en sesión del 18 de abril de 1929[4].

Pocos meses antes de recibir su título, cuando don Eugenio apenas tenía 24 años de edad, recibió su primer nombramiento universitario, al ser designado Profesor Auxiliar de Historia en el Instituto Universitario, con fecha 1 de julio de 1928. De ahí en adelante, y hasta el día de su muerte, ocurrida el 17 de noviembre de 1979, don Eugenio desarrolló una brillante carrera docente y pasó por todos los cargos del escalafón académico, culminando como Profesor Emérito de la Facultad de Filosofía y Educación el 2 de agosto de 1972 y Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales, cuyo diploma le fue entregado en ceremonia realizada en el Salón de Honor de la Universidad de Chile el 28 de agosto de 1974 presidida por el Rector Agustín Rodríguez Pulgar y el Decano Samuel Claro Valdés.

Entre los cargos de mayor relevancia que ocupó don Eugenio, están los de Director del Departamento de Historia, Director del Instituto de Investigaciones Musicales, Decano de la Facultad de Filosofía y Educación, Representante del Presidente don Jorge Alessandri Rodríguez ante el Consejo Universitario entre 1958 y 1964, Secretario, Presidente, Director y Presidente Honorario del Instituto Chileno Norteamericano de Cultura, Miembro Nacional de la Sección Chile del Instituto Panamericano de Geografía e Historia y varios otros.

En los primeros años de labor también se desempeñó en la educación secundaria y fue Profesor del Liceo de Niñas N° 1, en el Liceo de Hombres Nº 3 (Liceo de Aplicación), en el Instituto Nacional y en el Instituto Inglés.

En la Universidad de Chile don Eugenio sirvió cátedras en el Instituto Pedagógico, Instituto de Educación Física, Escuela de Comercio y Economía, Escuela de Derecho, Escuela de Bellas Artes y también prestó su colaboración a las célebres Escuelas Internacionales de Temporada.

Don Eugenio fue, igualmente, fundador del Instituto de Investigaciones Musicales, del Instituto Chileno Norteamericano de Cultura, del Centro de Investigaciones de Historia Americana, Secretario de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía (1941-1957), Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia y su Presidente desde 1962 a 1979, Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua elegido en 1963, Presidente del Instituto de Chile, Miembro Académico de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales y de la Universidad Católica de Valparaíso.

Don Eugenio desempeñó otros cargos académicos y administrativos que están estampados en su brillante hoja funcionaria.

El 1 de enero de 1972, don Eugenio se acogió a jubilación con 43 años de servicios reconocidos, pero ello fue simplemente un trámite más, porque siguió trabajando igual que siempre centrando su actividad en el Departamento de Historia de la Universidad de Chile.

Largo sería referirse a los viajes de don Eugenio —prácticamente recorrió el mundo entero- y a su trabajo como Profesor Visitante en la American University de Washington, Universidad de Chicago y Universidad de Londres. Largo también resultaría destacar los reconocimientos académicos que obtuvo: Miembro Correspondiente de todas las Academias de Historia del continente americano, de la Real Academia de la Historia y de Real Academia de la Lengua de España y de numerosas instituciones científicas y culturales de los Estados Unidos y Europa, el Premio Nacional de Historia en 1974, el Premio Alberdi -Sarmiento del diario La Prensa de Buenos Aires en 1976, el Premio Atenea 1975-1976 de la Universidad de Concepción, Medalla de Oro del Instituto de Investigaciones Musicales de la Universidad de Chile, Medalla Andrés Bello de la misma Corporación, Medalla de Honor de la Academia Chilena de la Historia en 1963, y muchísimas otras distinciones.

Todos estos datos que presento en forma muy seleccionada y resumida, nos demuestran una vida infatigable de trabajo, una vida que don Eugenio supo aprovechar en toda su magnitud y a la que le sacó el máximo de provecho que repartió a través de su enseñanza, apostolado debiera decir, en forma generosa y desinteresada. Don Eugenio comprendió el mundo que le tocó vivir y por ello dijo a un periodista de la revista Qué Pasa en 1974:

“Esta es una de las épocas más interesantes de la Humanidad. Encontramos indios primitivos en el Amazonas, junto a fabulosos avances tecnológicos. Por otra parte yo he vivido de todo. Me tocó aprender a leer con vela de sebo y he visto al hombre en la luna por transmisión directa”.

Y a ello agregó algunas frases que son un verdadero autorretrato:

“No tengo habilidad con las manos; nunca he podido manejar, escribir a máquina, tomar fotos... Siempre tengo en mente algo por hacer. Cuando estoy cansado tomo una novela o veo las seriales policiales que dan por talevisión”[5].

Pero volviendo al tema central que nos ocupa, trataré de especificar a continuación un aspecto de importancia: ¿De dónde emanó la vocación por la historiografía de don Eugenio Pereira?

Creo que en primer lugar de su hogar, de la herencia de don Manuel de Salas, de don Fernando Errázuriz, del Coronel Pereira y de don Francisco Gandarillas, de su padre y su madre que lograron hacer de las inquietudes culturales y artísticas de sus hijos una tradición familiar. Sus profesores del Instituto Nacional y de la Universidad de Chile, en especial don Gustavo Fernández Godoy y don Luis Puga Rojas. Sobre el primero, don Eugenio acotó en 1963: “No olvido a mi profesor de Historia, don Gustavo Fernández Godoy, que me inclinó con su ejemplo y simpatía al estudio de esta disciplina”[6]. Sobre el segundo, don Eugenio publicó una hermosa necrología en 1974, en la cual muestra la enorme influencia del maestro en su formación[7]. Su amistad con el sacerdote, anticuario y escritor, don Luis Roa y Urzúa, como también su contacto y trabajo con eminentes profesores alemanes y franceses —a ellos me referiré más adelante— fue también concluyente en su vocación, como también sus muchos viajes por países de América, Europa y Asia, que siempre le abrieron un horizonte cultural y le proporcionaron una experiencia directa y prolongada de la vida y cultura de otros pueblos.

Don Eugenio fue un lector incansable y sus lecturas que abarcaron desde las obras de síntesis de los grandes historiadores hasta las monografías más especializadas, más el estudio de los filósofos, filólogos, clásicos de la literatura, literatura popular y hasta novelas policiales, le habituaron “al vicio de leer”, como él mismo decía, cuanto cayera en sus manos. Así, desde muy joven, comenzó a formar su biblioteca, indiscutiblemente una de las más completas del país que en forma generosa donó en vida a su Departamento de Historia de la Universidad de Chile[8].

La sólida formación humanística, una verdadera pasión por el humanismo diría mejor, que don Eugenio adquirió muy joven, es otro factor que nos explica su vocación por la historia, y ese interés lo llevó a estudiar por sobre todo la historia cultural, a la manera de Burchardt o Huizinga, centrándose en las manifestaciones del espíritu en el plano concreto y real, no en la abstracción.

La vocación historiográfica se despertó tempranamente y estaba ya madura en 1930, cuando don Eugenio apenas tenía 26 años. En esa fecha estaba en Europa, representó a Chile en el Congreso de Sevilla y trabajó en el Archivo de Indias; después de recorrer España. Previamente asistió a la Sorbonne y estudió bajo la dirección de Charles Seignobos y de Pierre Renouvin, historiador de la diplomacia y de las relaciones internacionales, Henri Hauser y G. Dupont-Ferrier. Prosiguió sus estudios de perfeccionamiento en Alemania con Friedrich Meinecke y el Dr. Spranger, enfatizando los aspectos metodológicos. En una carta que remitió a la revista Índice y que fue publicada en junio del mismo año 1930, don Eugenio decía:

“De Burgos, la gótica, vine a refugiarme a este monasterio (Santo Domingo de los Silos) para oír a los monjes el canto gregoriano, y desde el sencillo refectorio los compases lúgubres del salmodeo. Ayer estuve en Burgos viniendo de la costa vasca (Altamira, las cavernas, Bilbao y San Sebastián); sigo pasado mañana a Valladolid y pagaré una visita al Archivo de Simancas. Esta gira por España robustece mi empeño de intensificar los estudios sobre nuestras nacionalidades sudamericanas. Quienes como yo se preocupan de problemas históricos, debemos ante todo abordar los puntos que seamos capaces de resolver. Tenemos las fuentes y Europa nos ofrece instrumentos perfeccionadísimos con que podemos intentar la comprensión e interpretación de lo nuestro. Hasta ahora fue lo anecdótico, lo fantástico o lo estrictamente erudito lo que interesó. Necesitamos descubrir, esclarecer lo que hay de profundo en nuestra historia, si queremos crear nuestra cultura”[9].

El testimonio citado es elocuente por sí mismo y nos demuestra que su vocación por la historiografía estaba firmemente basada. Del mismo tenor es un párrafo de una carta que don Eugenio envió a don Juan Gómez Millas —carta datada el 1 de abril de 1930, que por extraordinaria casualidad ha llegado a nuestras manos— en la que dice: “Cada cosa que estudio me abre nuevos horizontes y veo que mi porvenir se deslizará entre problemas históricos”[10].

Treinta y tres años más tarde, en 1963, en su discurso titulado “La vocación del historiador”, pronunciado con motivo de recibir la Medalla de Honor de la Academia Chilena de la Historia, don Eugenio volvió a revelar su vocación de historiador. Para hacerlo utilizó un método curioso. Planteó la vocación, la formación y el concepto de la historia de tres eruditos: Johan Huizinga, R.C. Collingwood y Arnold Toynbee, sin duda tres historiadores que a él lo habían impactado desde joven y a quienes llamó “tres grandes valores del espíritu”, agregando:

“Los tres ilustres escritores en vez de contentarse con concebir nuestra disciplina como una simple ciencia o como forma de expresión cronológica de los acontecimientos, quisieron ir más allá del relato y descubrir o negar el fondo ontológico de la historia”[11].

En esta última frase está la clave. Al hablar del fondo ontológico de la historia, don Eugenio buscaba la trascendencia permanente de los hechos humanos, la continuidad de los valores espirituales, “la eternidad de los valores” del hombre, como lo expresó en su discurso al recibir el Premio Atenea en 1967. Este objetivo, creo interpretarlo correctamente, es lo que en su artículo de juventud ya citado aparece con la expresión de “esclarecer lo que hay de profundo en nuestra historia”, ciencia a la cual había decidido dedicar su vida.

Pero en este aspecto de la vocación, hay un punto en el cual deseo detenerme un instante. Después de su viaje a Europa en la década de 1930, don Eugenio pasó a los Estados Unidos y durante un tiempo trabajó con el profesor Herbert Eugene Bolton, Director de la célebre Biblioteca Bancroft y Decano de la Facultad de Letras de la Universidad de California, Berkeley, centro destacado por la sobriedad y seriedad de los estudios de alto nivel que allí se realizan. Don Eugenio encontró en el Dr. Bolton la última guía que le faltaba. En su carta publicada en Índice había dicho: “Quienes como yo se preocupan de los problemas históricos, debemos abordar los puntos que somos capaces de resolver”. Y, precisamente, el Dr. Bolton se encontraba en aquellos momentos en una etapa muy particular de su vasta y notable carrera. Siguiendo las huellas de Bernard Moses que en 1895 fundó la primera cátedra de Historia Hispano Americana y sus Instituciones que existió en los Estados Unidos, el Dr. Bolton reaccionaba contra la enseñanza de la historia basada en postulados nacionalistas y chauvinistas, colocaba especial énfasis en la difusión de la historia latinoamericana, trataba de llegar a una concepción original de lo que debía ser la historia de América que permitiera ver con claridad los valores permanentes del continente, dejando de lado lo irrelevante e insustancial para dar paso a una comprensión global del pasado histórico que permitiera comprender el presente que se vivía[12]. En cuanto a la investigación, el Dr. Bolton se había aventurado a indagar en temas y áreas no tocadas por otros historiadores, como el aporte hispánico a la civilización norteamericana, y para ello, en forma incansable, rebuscaba materiales y fuentes primarias en las bibliotecas y archivos de Florida, Texas, Nuevo México, California y México. Así, el Dr. Bolton había iniciado un movimiento renovador, que don Eugenio supo captar en toda su integridad. Por ello escribió estas frases reveladoras de la influencia que Bolton había ejercido sobre él:

“Figura central del movimiento indicado es el Decano de la Facultad de Letras, Dr. Herbert E. Bolton; de él arranca una corriente histórica que se ha desenvuelto con perfiles originales en la mayor parte de las universidades norteamericanas. El nombre de sus discípulos eminentes llena un folleto en su homenaje. Historiador profundo de los orígenes californianos, viajero infatigable que ha seguido la huella de la penetración misionera en esas regiones, esclareciendo complicados enigmas topográficos, el Profesor Bolton es al mismo tiempo un escritor de brío, nervioso, siempre actual. A su cargo corren en la Universidad dos cátedras principales: La una, “Historia del Oeste Americano”, versa sobre el tema de su especialidad y está correlacionada con un seminario de investigación en que dirige las tesis originales para optar a los grados que otorga la Universidad. La otra, “Historia de las Américas”, inaugurada por él mismo en 1919, le sirve como vehículo para llevar a la masa estudiantil sus concepciones históricas originales. La distribución de las materias en su libro de texto y los conceptos vertidos en su discurso “La epopeya de la gran América”, inician una versión diferente de nuestro desenvolvimiento histórico. Se trata de reemplazar los antiguos manuales en que los tópicos encasillados en compartimientos nacionalistas no expresan el verdadero fluir histórico ni la interdependencia, ni el influjo de unos sobre otros; “cada historia local adquiere una significación más clara cuando se la estudia a la luz del conjunto y mucho de lo que se ha escrito sobre historia nacional es sólo parte de un todo más general, de un proceso”. La acumulación de nuevos materiales y el descubrimiento de muchas causas explicativas han hecho que las antiguas síntesis pierdan su significación y es por estas razones que el profesor Bolton ha escrito su manual. Siempre recordaré las horas pasadas en la Biblioteca Bancroft, las charlas en su gabinete de trabajo que preside un retrato de don José Toribio Medina, a la que acuden a pedir consejo y a recibir orientación cientos de muchachos y de muchachas a los cuales las lecciones del maestro han marcado un derrotero. Para este espíritu ágil la erudición es un marco que hay que llenar con ideas”[13].

En agosto de 1945, el Dr. Bolton recibió un homenaje de sus ex alumnos que le hicieron entrega en solemne ceremonia realizada en la Sala Colonial de Saint Francis Hotel de San Francisco de un volumen de 723 pp. con ensayos escritos en su honor[14]. Con este motivo, don Eugenio publicó un artículo en el Andean Quarterly, en el que nuevamente volvió a mostrar su tremenda admiración por el maestro y dejó entrever lo que para él había significado su enseñanza que le había refrendado su vocación de historiador[15].

Así, aclarado el interesante tema de la vocación historiográfica de don Eugenio Pereira Salas, pasemos a preocuparnos de otro aspecto de indiscutible interés que planteo con la pregunta: ¿Cuál era el concepto de la Historia que tuvo don Eugenio?

Para llegar a una comprensión clara y cabal, y corriendo el riesgo de cansar al lector con demasiadas citas, pero recordando que don Eugenio me enseñó que hay que dejar hablar a los documentos por sí mismos, voy a transcribir sus propias palabras, extraídas de sus obras fundamentales, en todas las cuales él explicó su concepción de la ciencia que tanto amaba.

En la “Advertencia preliminar” a su magistral trabajo Los Orígenes del Arte Musical en Chile, obra agraciada con un premio especial por la Universidad, don Eugenio escribió:

“La presente obra está basada en una prolija investigación realizada en archivos, bibliotecas y papeles privados, lo que le da al libro un carácter netamente histórico, y en parte de arqueología musical. Hay aquí más hechos que doctrinas. El autor ha preferido dejar hablar a los documentos que rellenar los vacíos con retórica e imaginación”[16].

En la “Introducción” a Juegos y alegrías coloniales en Chile, don Eugenio acotó:

“El presente trabajo es histórico; queremos decir con esto que no intentamos una reconstrucción imaginativa de los juegos, sino seguimos su desarrollo dentro del marco ineludible de la documentación que hace posible su estudio en Chile”[17].

En 1956, en la “Introducción” a su trabajo Historia de la Música en Chile (1850-1900), escribió:

“Si comenzamos esta narración entre las lágrimas románticas de una época sensible, la terminamos entre las risas alegres de 1900, que parecen remotamente ajenas a la angustia contemporánea... La tarea no ha sido fácil... Esta es una crónica extraída con laborioso esfuerzo de periódicos y documentación; de crónicas y memoriales, pequeños retazos que el autor ha unido en el cañamazo de una monografía. Hemos tratado de ser exhaustivos, porque la única forma de rescatar este pasado, tal vez inédito para muchos lectores, era la de llenar con auténticos materiales los cuadros descarnados de nuestra cronología musical”[18].

El mismo año 1956, la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia que presidía el erudito mexicano Dr. Silvio Zavala, sacó a circulación un breve trabajo de don Eugenio: América del Sur. Perú - Bolivia -Paraguay - Argentina - Chile. Período Nacional que formó parte del Programa de Historia de América; en la “Introducción”, el Profesor Pereira anotó que había que “comprender la historia como un vasto sistema de relaciones”, agregando que “el proceso evolutivo humano es uno, idéntico ecuménicamente, consecutivo en el tiempo, pero sin simultaneidad de aparición en las distintas regiones del globo”. Más adelante, en un apartado que tituló “Metodología”, apuntó:

“La metodología que se ha empleado deliberadamente en este bosquejo es la de un enfoque totalista, es decir, considerando la historia como la integración de sus diversos aspectos formales: políticos, sociales, económicos e intelectuales, en su correlativo de civilización y cultura, concebidos no como una construcción ideal, sino en la objetividad de los hechos y acontecimientos”[19].

Al publicar en 1965 su Historia del Arte en el Reino de Chile, su obra cúlmine dentro de la temática, don Eugenio explicó que:

“Nuestro empeño ha sido estrictamente histórico. Creemos que para una correcta comprensión de este desarrollo es necesario trazar de antemano las firmes coordenadas cronológicas en que pueden situarse las fábricas arquitectónicas y las obras de creación. El lector encontrará así en este libro, además del agradecido comentario de lo que han hecho nuestros ilustres antecesores, multitud de datos inéditos, nombres desconocidos, personalidades ignoradas, descripción de cosas perdidas, conjunto de noticias que asientan en bases más sólidas la especulación estética o filosófica”[20].

En la “Introducción” a Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778-1809, monografía con que cerró una larga y erudita serie de trabajos sobre el difícil tema, don Eugenio señaló:

“La presente monografía es el producto de un meditado estudio proseguido con entusiasmo a través de largos años de investigación. El tema es para nosotros fascinante, pues señala la emergencia en la historia de Chile de una mentalidad moldeada en el ambiente reposado de las postrimerías coloniales que aspira a sumarse al ambiente espiritual cosmopolita del siglo XVIII, que despierta la filosofía de la Ilustración. Hemos evitado llevar a su extremo dramático algunos episodios novelescos que integran la trama de este libro para evitar cualquiera desfiguración de la estructura narrativa. Nuestro anhelo ha sido de mantener a lo largo de estas páginas una absoluta objetividad, ajena a toda tendencia política determinante, dejando para ello hablar las más de las veces a los múltiples documentos inéditos que sobre el tema hemos logrado descubrir en los repositorios de Chile, los Estados Unidos y España, porque esta es en síntesis una historia geográfica triangular”[21].

En el “Prólogo” a Historia del Teatro en Chile desde sus orígenes hasta la muerte de Juan Casacuberta 1849, dice:

“Como en nuestras obras anteriores, intentamos dar al relato específico tono histórico, es decir, cronológico y critico, aprovechando para ello un abundante material inédito y una revisión de la prensa periódica... Libro escrito con minuciosidad en los hechos y regularidad cronológica, esperamos que agregue algo más a la útil labor que realizaron nuestros antecesores en esta investigación”[22].

Finalmente, respondiendo a un periodista de El Mercurio de Santiago, el 8 de julio de 1979, que le planteó “¿En qué consiste la búsqueda del historiador?”, don Eugenio respondió:

“Consiste en describir y comprender la individualidad de nuestro pueblo, que, siendo actor de su historia, es también el objeto y el resultado de éstas”[23].

Si interpretamos los textos que hemos transcrito, podríamos concluir que la Historia fue para don Eugenio “el recuento interpretativo y crítico de todas las expresiones de la existencia humana del pasado en un cuadro cronológico integral y ecuménico, concebido en un plano realista trazado sobre la objetividad de los hechos y acontecimientos”[24].

Cabe preguntarse a continuación cuáles fueron los métodos utilizados por don Eugenio en sus investigaciones en los variados campos del quehacer historiográfico en que abordó temas absolutamente novedosos, sobre los cuales poquísimos historiadores se habían preocupado[25]. La respuesta a este interrogante es sencilla, porque los métodos fueron simples, llanos, y apuntaban directamente al objetivo que el historiador perseguía. Primero que todo, don Eugenio, dentro de un “enfoque totalista” —como él mismo lo expresara— buscaba con rigor la erudición exhaustiva, el conocimiento del detalle y del cuadro general; por ello siempre partía de lo particular para llegar a la síntesis del tema investigado, combinando con habilidad la narración, el análisis, la comparación y la cuantificación cuando era necesario. Nunca afirmó nada que no tuviera un sólido e incontrovertible respaldo documental, entendiendo por documento todo aquello que el hombre que vivió en el pasado construyó para llevar adelante su existencia: un escrito, un mueble, un cuadro, una fotografía, un mapa, una partitura, un utensilio de cocina, en fin, cualquier artilugio que le informara. Por ello, por el sólido respaldo en las fuentes, la historia escrita por el Profesor Pereira es intrínsecamente científica. Por otra parte, la habilidad hermenéutica está presente a cada momento y como lo hemos visto en las propias palabras de don Eugenio, él dejaba hablar a los documentos por sí mismos, absteniéndose de usar los recursos retóricos. La crítica es otro factor que sobresale con relieves muy nítidos y los juicios formulados siempre fueron ecuánimes y justos, buscando siempre lo verdadero y dejando constancia tanto de los datos diferentes que sobre un mismo aspecto le entregaba la masa documental como de las interpretaciones que otros historiadores hubieran alcanzado. Los datos obtenidos, las interpretaciones encontradas, las organizaba en un relato ameno, entretenido, con respeto irrestricto a la cronología, vocabulario simple, frase corta y directa, respondiendo a una arquitectura literaria hermosa y funcional, en la cual los hechos o procesos no aparecen parcelados y, en consecuencia, no hay prioridad de lo político por sobre lo económico, ni de lo económico por sobre lo social, ni lo social por sobre lo cultural. Todos los hechos y lo procesos, de la naturaleza que fueran, tenían dentro de la investigación, la misma validez y de ellos emanaba la síntesis y la interpretación. Don Eugenio nunca procedió con criterio o ideas a priori y por el contrario sacaba las conclusiones que los documentos le permitían obtener, obviamente ajenas a toda tendencia de cualquier naturaleza.

En sus análisis, don Eugenio procedía con una rigurosidad y una lógica admirables. Nunca dejó un cabo suelto. Cada detalle, por insignificante que fuera, era materia que llamaba su atención. Como prueba de lo que afirmamos, bastaría mirar el examen que hace de las obras de arte del período indiano, de las partituras musicales, de las recetas de cocina, de los menú de los banquetes, de las funciones de teatro y ópera en el Teatro Municipal, de los acontecimientos diplomáticos, de la vida que llevaron los balleneros y loberos norteamericanos que se adentraron en las costas chilenas a fines del siglo XVIII, de la vida social, de las obras literarias en los siglos XIX, XX, etc., porque no hay que olvidar que su objetivo era llegar a un cuadro ecuménico, real y verídico, de los procesos del pasado.

Esta última reflexión me lleva a otro aspecto metodológico importante en el trabajo del Profesor Pereira, muy propio de su personalidad: la tenacidad para conseguir sus objetivos. Don Eugenio nunca dio por agotado un tema y siempre esperaba encontrar nuevos antecedentes, nuevas informaciones, más detalles para estar totalmente seguro de sus afirmaciones. Su libro sobre los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos lo inició con artículos sobre aspectos puntuales en la década de 1930 y la obra en versión final apareció en 1971. Hecho semejante ocurrió con su estudio sobre el arte chileno en el período indiano y en cuanto a la historia de la música, si bien publicó sus dos trabajos magistrales en 1941 y 1957, en artículos posteriores amplió varios aspectos, rectificó informaciones, entregó nuevos detalles, etc. Si don Eugenio consideraba a la Historia como un proceso evolutivo, en sus métodos de investigación siempre tuvo presente esta idea y por ello en sus escritos hay una dinámica muy especial que da verdadera vida a sus palabras. Nada aparece estático, todo emana energía. Es decir, don Eugenio creía, como Huizinga, que la Historia es resurrección.

Aclarado el concepto de la Historia, de la historiografía y descrito los métodos empleados por el Profesor Pereira, paso ahora a referirme a otro aspecto que considero importante. Normalmente se ha definido a don Eugenio como historiador de la cultura chilena y como americanista, aparte de decir que fue el fundador de la historiografía musical chilena[26] y un humanista por excelencia, historiador de las bellas artes, de la pintura, de la escultura, de la arquitectura, estudioso de las manifestaciones folklóricas, historiador de la literatura, del teatro, de la cocina chilena, de las entretenciones, de la diplomacia. Pero decir historiador de la cultura chilena y americanista tiene un alcance y un significado muy especial. Yo creo que ambos calificativos son muy justos y responden a dos orientaciones muy claras que don Eugenio quiso darle a su trabajo.

En el “Prólogo” a su Historia del Teatro en Chile..., don Eugenio escribió: “Ha sido uno de nuestros empeños intelectuales escribir la historia del desarrollo histórico de la cultura chilena”. Cito sólo esta frase para abreviar, ya que la misma idea, en términos distintos, aparece en otras de sus obras. Pero la pregunta que queda: ¿Logró don Eugenio ser historiador de nuestra cultura? ¿Logró don Eugenio ser americanista? La respuesta es afirmativa y se puede probar con relativa facilidad.

Una de las acepciones que sobre el término cultura da el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, dice que es el “...Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre”[27]. Por otra parte, si se acepta la definición de historia cultural que entrega el Profesor Henry S. Commager, quien dice que “es la historia de la naturaleza y del carácter de un pueblo, de las ideas principales que se demuestran como dominantes de toda una sociedad o época, de las instituciones con las que vinculamos la conducta y la fe de los hombre”[28] bastará, entonces, con examinar algunos títulos de las obras de don Eugenio para sacar la conclusión que en verdad fue historiador de la cultura chilena: Los Orígenes del Arte Musical en Chile (1941), Juegos y alegrías coloniales en Chile (1946), Guía bibliográfica para el estudio del folklore chileno (1952), Pepe Vila. La zarzuela grande en Chile (1952), Historia de la Música en Chile, 1850-1900 (1957), Historia del Arte en el Reino de Chile (1965), Historia del Teatro en Chile... (1974), Apuntes para la Historia de la Cocina Chilena (2 ediciones: 1943 y 1977)[29], Bio-Bibliografía musical de Chile desde sus orígenes a 1886 y, finalmente, sus estudios sobre historia del arte chileno en el periodo republicano, cuya edición preparó la profesora Regina Claro Tocornal, publicados en 1992. Pero, si esto no fuera una prueba de lo que sostenemos, la opinión de tres eruditos no dejarán dudas. Don Jaime Eyzaguirre escribió al respecto:

“El riguroso amasijo documental que ha servido de soporte a los trabajos de Eugenio Pereira, ha logrado respetar en ellos el ímpetu emocional y estético. El autor era algo más que un afortunado buscador de archivos. Latía en él la vena sensible y armoniosa, y los hechos y los hombres tocados con su pluma adquirieron vibraciones humanas y en muchos momentos, aroma de poesía. Ya Aristóteles había señalado la relación entre ésta y la historia, y Menéndez Pelayo, recogiendo la sugerencia, pudo decir con razón que “lo mismo la historia que la poesía enseñan, manifiestan y ponen a nuestros ojos por modo artístico, aunque diverso, lo que hay de eterno y lo que hay de temporal y relativo en cada acción humana; lo que hay de necesario y lo que hay de contingente; lo que hay de universal y lo que hay de temporal en cada individuo”. Pero agreguemos que en la faena reconstructora del pasado naufraga el desvalido de estro poético. Soplar sobre el tiempo desvanecido para tornarlo a la vida, es tarea de profeta y de artista. Evocar es recrear lo ya disuelto; es animar los huesos y envolverlos de carne; es poner luz en las cuencas vacías de los ojos y corazón que late en el cuerpo inerte. La historia tiene que servirse de los archivos, pero no es una religión de lo petrificado, sino, a la inversa, la alegre buena nueva de la vida devuelta. La historia, como los manantiales, tiene una fuente lejana, pero desciende a regar el presente y le infunde sentido. La temblorosa vivencia artística y el uso rico del idioma, están unidos, como cosa inseparable, al destino del relato histórico. Sin ellos, la historia no camina, no avanza a nuestro encuentro, sino que se momifica estéril en las manos de los eruditos. Como la bíblica mujer de Lot, en fuerza de tornar el rostro, se inmoviliza con la rigidez de la estatua en el camino. Eugenio Pereira ha sentido todo esto; lo ha tenido intuitivamente presente al empujar su pluma tras la reconstrucción del pretérito. Por eso en su variada producción es fácil espigar estampas en que la verdad se asocia a la belleza; en que un mundo disuelto logra milagrosa recobración cromática. Y todo por el arte de unos cuantos trazos, como obra del mejor impresionista”[30].

Por su parte, don Ricardo Krebs, escribe:

“El grueso de la producción historiográfica de Eugenio Pereira pertenece al género que podemos calificar de historia social y cultural la cual, según su propia confesión, “ha constituido uno de mis más hondos intereses en el campo de la investigación”. Allí están sus sabrosos “Apuntes para la Historia de la Cocina Chilena” (Imprenta Universitaria, Santiago, 1943), su entretenido estudio “Juegos y Alegrías Coloniales en Chile” (Ed. Zig-Zag, Santiago de Chile, 1947) y luego sus grandes obras, frutos de largos años de trabajo y de paciente búsqueda en los archivos, “Los Orígenes del Arte Musical en Chile”, “Historia de la Música en Chile” y la monumental “Historia del Arte en el Reino de Chile”. Como se expresa en el título de estas obras, su objeto son las manifestaciones de la vida cultural, la música religiosa, las danzas, la música popular, la zamacueca, la ópera, los conciertos sinfónicos, la arquitectura religiosa y profana, o sea, las más altas y sublimadas formas del espíritu. Eugenio Pereira, dotado él mismo de fino gusto estético, reconoce a los fenómenos culturales un valor propio e irreductible y reconoce al ámbito cultural una autonomía que hace que las obras del espíritu se desarrollen según principios y fines inmanentes. Sin embargo, él no convierte el mundo de la cultura en una torre de marfil, aislada de las demás fuerzas históricas. Por el contrario, él arraiga la cultura en la sociedad y describe en cada momento el trasfondo social en medio del cual emerge el artista y se desarrollan las artes y las letras”[31].

Finalmente, don Raúl Silva Castro, afirmó:

“De las manos de este joven historiador, emerge completo el hombre de Chile, cualquiera sea la época en que se le enjuicie. No es un ente abstracto, contemplado sólo a la luz de principios jurídicos, ni hombre completo pero limitado que va a la guerra, lucha en ella, se sacrifica y todo lo brinda a la patria, hasta la propia existencia. Es todo eso, y es algo más. El hombre chileno que vemos correr en las páginas de las obras del señor Pereira, aparece dominado por un vigoroso amor de la vida real, guisa los productos de la tierra y los ingiere con buen apetito; en sus horas de ocio, toca la guitarra, canta y baila; cuando quiere progresar, trabaja en aventuradas empresas, sea en las costas de Chile, sea en el Océano Pacífico, sin temer a las distancias ni a los climas exóticos; si en el país le va mal, ya que el territorio es áspero y avaro de sus pocos recursos naturales, opta por irse a correr mundo en California, donde le atrae el espejismo del oro; y en todas partes deja una estampa singular y propia, que sería necio confundir con otras. Merced a estas nociones, dispersas en las obras del señor Pereira, es fácil, además, establecer la identidad psicológica y social de los individuos que han poblado esta tierra. En la Colonia, bajo la dominación española, el chileno ya era chileno, pensaba como tal, hablaba en nombre de la patria y estaba, en fin, sin sentirlo, sin saberlo, regando la raíz de la nación futura, independiente y soberana. Esta forma de presentar al hombre del suelo nacional, con fuertes vínculos en familias españolas y con vivo amor a la tierra nativa, caracteriza la obra histórica del señor Pereira con un sello de notoria originalidad. Todas las instituciones sociales, políticas, económicas, culturales, a que pasa revista en sus estudios, aparecen fuertemente coloreadas por humanismo trascendental que me he permitido señalar”[32].

Respecto de nuestra segunda afirmación: Eugenio Pereira americanista, el mismo Dr. Krebs ha escrito las siguientes líneas:

“Si bien el estudio de los fenómenos culturales y de su contexto social ocupó un lugar preferente en la labor historiográfica de Eugenio Pereira, éste extendió sus investigaciones también a otros campos de la realidad histórica. La cultura general y el saber histórico de Eugenio Pereira estuvieron profundamente arraigados en la tradición cultural de Europa. Sin embargo, su interés primordial y su cariño pertenecieron a América. Comprendió a todas las Américas como una gran unidad y estaba convencido de que el Nuevo Mundo tenía características propias y un destino común. Su participación activa en el Instituto Panamericano de Geografía e Historia emanaba de la idea de que existía, efectivamente, una historia americana y de que el historiador tenía el deber de estudiar los fenómenos nacionales y regionales dentro de contexto general de la historia de las Américas. Esta idea sirvió de base a su sugerente trabajo América del Sur: Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina y Chile, que forma parte de los Programas de Historia de América del Instituto Panamericano de Geografía e Historia[33]. La misma convicción lo llevó a escribir, a petición de UNESCO, una Breve Historia de la Literatura Hispanoamericana, 1775-1905[34]. La misma idea lo indujo a examinar en varias investigaciones las relaciones entre Chile y los Estados Unidos de Norteamérica: Buques norteamericanos en Chile a fines de la era colonial (1788-1810)[35], La Misión Worthington en Chile (1818-1819)[36], La influencia norteamericana en las primeras constituciones de Chile (37) y Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos[38].

Además de la muy autorizada opinión del Dr. Krebs, podemos agregar otras informaciones que nos vienen a reconfirmar nuestro aserto. No hay que olvidar que don Eugenio Pereira fue discípulo y amigo del Dr. Bolton, quien lo ratificó en su decisión de dedicarse al estudio de la historia de las naciones americanas que le apasionaba desde muy joven, como ya lo hemos visto. Pero don Eugenio no adhirió en su totalidad a la idea boltoniana de una “Historia común”, y por el contrario, si bien dicha idea lo inspiró, llegó a tener su propia visión del continente como bien lo explicita el Dr. Krebs, a lo cual, agregaríamos que la unidad la veía en una “unión espiritual de los pueblos de América”[39]. En el campo de la Historiografía don Eugenio fue claro en este aspecto y en su libro ya citado, América del Sur..., acotó que:

“Para llegar a un concepto claro de una Historia de América, hay que partir de una visión orgánica y coherente de las partes estudiadas, en este caso, el desarrollo de los Estados Unidos, Canadá, Brasil y cada una de las naciones hispanoamericanas, y luego observar el fondo común, las influencias mutuas entre las partes, la penetración de las corrientes exógenas y el proceso diferenciado de su asimilación”[40].

Sobre estas bases, don Eugenio fundamentó su cátedra de Historia de América en el Departamento de Historia de la Universidad de Chile, en la que enseñó, basado en un esquema original de contenidos, historia de los Estados Unidos, Canadá, Brasil, el Caribe y las Antillas e Hispanoamérica, no limitándola tan sólo a esta parte del Nuevo Mundo, como sucede a menudo. Cuando en 1960 don Eugenio fundó el Centro de Investigaciones de Historia Americana de la Universidad de Chile, institución que alcanzó un altísimo nivel y que por razones extraacadémicas que más vale no recordar terminó subsumido en el actual Departamento de Ciencias Históricas, le dio a la institución un sentido continental; la docencia que se impartió para los alumnos graduados, tuvo como objetivo la comprensión integral de la evolución histórica del continente. En cuanto a las investigaciones que se realizaron, ellas cubrieron todas las áreas americanas en sus más variados aspectos, como lo demuestran a las claras las publicaciones del propio don Eugenio, de Álvaro Jara, Rolando Mellafe y los primeros trabajos de Cristián Guerrero. En el Centro, aparte de existir una atmósfera de trabajo y perfeccionamiento que todo lo inundaba, había una energía de renovación abierta a todas las aportaciones científicas nuevas, derivada de la gran receptividad de don Eugenio que buscaba con ahínco la savia nueva, y a ello se debió que con la generosa ayuda de la Fundación Rockefeller lograda por don Eugenio, los profesores Jara y Mellafe y el autor de estas líneas, pudiéramos perfeccionarnos en acreditadas universidades de los Estados Unidos y Europa y a que en forma constante tuviéramos la visita de los más eximios exponentes del trabajo historiográfico americanista, entre quienes hay que recordar a John P. Harrison, Henry S. Commager, Joe Frantz, Frank Freidel, Richard N. Current, Holman Hamilton, Arthur S. Link, Woodrow Borah, Charles C. Griffin, James F. King, Kenneth Stampp, Frank Gatell, François Chevalier, Louis Hartz, Lewis Hanke, Silvio Zavala, Max Savelle, Sergio Buarque de Holanda, Ruggero Romano, Alicia Piffer Canabrava, John Murra, W.J. Eccles, Harold Blackemore y tantos otros.

Al ideal americanista de don Eugenio, se debe también, la fundación del Instituto Chileno Norteamericano de Cultura de Santiago y de otros varios institutos binacionales, a los cuales entregó su aporte generoso y desinteresado.

Aparte de las obras señaladas por el Dr. Ricardo Krebs en el párrafo que hemos transcrito anteriormente, hay otras de gran importancia que vienen a confirmar el trabajo americanista del Profesor Pereira. Entre ella citaremos “Notes on the History of Music Exchange Between the Americas Before 1940”[41] “La emancipación cultural de América”[42] “La Iittérature Hispano-Américaine aux XXe Siécle”[43] Art and Music in Contemporary Latin America[44]   y “The Emergence of Republics in Hispanic America”[45], capítulo XXI, Tomo V, de la Historia del Género Humano, obra notable impulsada por la UNESCO.

Creo que todo lo dicho, prueba fehacientemente nuestro aserto: Eugenio Pereira Salas, americanista.

La última parte de este artículo la voy a destinar a una evaluación de las obras fundamentales del Profesor Pereira para tratar de visualizar su aportación a la historiografía chilena y americana.

Para comenzar, debo mencionar que el catálogo de la producción literaria de don Eugenio, cubre más de 757 piezas, de acuerdo a la recopilación que realizamos junto a la Licenciada en Historia y Bibliotecaria Luz María Fuchslocher y al Dr. Cristián Guerrero Lira. Está compuesta por 13 libros, alrededor de 271 artículos de envergadura, 306 reseñas bibliográficas y el resto (167 piezas) repartido entre discursos, prólogo, traducciones, ponencias en congresos nacionales e internacionales, necrologías, comentarios, informes, reseñas biográficas, breves artículos de prensa, notas, apuntes de clases, etc. Don Eugenio escribió en inglés, portugués, alemán, francés y, lógicamente, en castellano. En cuanto a la temática, ya sabemos está centrada en Chile y América y cubre especialidades como la historia de la música, de las artes plásticas, de la literatura, de la cocina, del folklore, juegos y entrentenciones, arquitectura, historia diplomática o mejor dicho de las relaciones entre los pueblos, biografías, bibliografías, etc[46]. ¿Qué hacer frente a este mar de publicaciones? Ya lo he dicho, voy a citar sólo los libros más importantes y daré cuenta de la crítica que expertos han hecho sobre ellos, por mi incapacidad para analizarlos por mí mismo, excepto en el caso de los estudios sobre las relaciones chileno norteamericanas, en el cual tengo cierta competencia.

Sobre Los Orígenes del Arte Musical en Chile, Hernán Díaz Arrieta escribió:

“La lectura de este libro lleno de erudición, escrito por un maestro... deja una impresión curiosa, muy agradable: que por primera vez, en este país de historiadores, se nos cuenta la Historia de Chile con acompañamiento de música. Las demás eran historias a secas. El profesor Pereira Salas... ha recorrido toda nuestra escala musical desde la época precolombina hasta el último tercio del siglo XIX, mediante la investigación minuciosa de los documentos donde se escucha alguna resonancia, nos ha dado una especie de imagen rítmica y melódica de nuestra existencia pública y privada... ‘Los Orígenes del Arte Musical en Chile’, obra que honra a su autor... habrá de quedar entre los documentos fundamentales para conocer la materia”[47].

Por su parte, el destacado historiador argentino don José Torres Revello, estableció que:

“En esta obra traza Pereira Salas el panorama de la música en Chile desde sus orígenes remotos hasta la mitad del siglo XIX, con el propósito, asienta, de fundamentar “la magnífica arquitectura de la música contemporánea de Chile” ...No creemos necesario hacer recalcar la importancia de la obra comentada, en la que, como dice su autor, se exponen “más hechos que doctrinas”, dejando hablar a los documentos, antes que llenar los vacíos con fácil retórica o fugaz imaginación. Es digno de señalarse también en esta historia de la música chilena (en la cual muchos aspectos tratados tocan lógicamente a otros sectores del continente, por el origen y similitud de los temas), todo lo relativo a danzas, ceremonias e instrumentos populares. Cuanto hecho de particular interés para la música en Chile ha rastreado Salas Pereira (SIC) en sus intensas búsquedas, ha sido expuesto dentro del amplio cuadro que se trazará, dándonos, así, un ajustado sentido de la realidad, en lo que respecta a los fines propuestos”[48].

Finalmente, queremos destacar la autorizada opinión que sobre Los Orígenes del Arte Musical en Chile, emitió el destacado musicólogo mexicano don Vicente T. Mendoza, una de las primeras autoridades en la historia de la música continental:

“En algo más de trescientas páginas de texto y treinta y dos de ilustraciones, logra darnos este acucioso musicógrafo e investigador una visión completa de la evolución musical en Chile, desde la época precolombina a nuestros días. En dieciséis capítulos de bien nutrida información, apoyada en numerosas citas y documentos de contemporáneos de cada una de las épocas, nos muestra desde el estado en que se encontraba el arte de los sonidos en el citado país, antes del descubrimiento del continente por los españoles, la forma en que fue introducida la música europea, la evolución que ésta fue sufriendo en Chile, durante los siglos XVIII, el interregno inmediatamente anterior a la independencia, capítulo que titula el autor “La Música de la Patria Vieja”, los primeros años de vida independiente o sea la Patria Nueva, con las incertidumbres y titubeos propios de una nacionalidad en formación, con los diferentes aspectos que el arte musical iba adquiriendo. Más adelante reseña los primeros fenómenos del arte clásico europeo, así como la introducción de la música sinfónica y de cámara, apoyándose en programas de la época, el desarrollo del arte pianístico, la fundación de las Primeras Sociedades Filarmónicas con sus reglamentos, nos habla de los primeros compositores nacionales, la composición de los primeros himnos nacionales, los comienzos del arte lírico, o sea la introducción de la ópera italiana y el principio del romanticismo, así como la creación de las primeras óperas nacionales. Luego hace un estudio de la música religiosa, de los autores y sus obras, de los músicos de las orquestas en los coros de las iglesias, hasta llegar a la fundación del Conservatorio. Todos estos aspectos y manifestaciones, que examina cuidadosamente Eugenio Pereira Salas, señalan en todos sus puntos una curiosa analogía de hechos, y pudiera decirse de fechas con los acontecimientos en México, similitud que es digna de notarse en vista de la enorme distancia a que se encuentra Chile de México. Lo curioso de esta obra es que no solamente estudia y analiza los diferentes aspectos de la música clásica, sino que dedica una suficiente atención al desarrollo histórico de la danza y de la música popular, examinando el folklore nacional chileno en todas sus manifestaciones, desentrañándolas de datos históricos que muestran lo mismo que en México tres elementos culturales, que son la música española, la música indígena y la música criolla, examinando los géneros populares, tanto dentro de la colonia española como en la época de transición y durante el siglo independiente... Las ilustraciones, que tienen en este caso el valor de documentos, son de lo más interesante y variado y comprueban las aseveraciones del texto. Al hojear y examinar los documentos musicales, los grabados y litografías, verdaderamente curiosos y fielmente reproducidos, pudiera pensarse sin ninguna dificultad que se trata de una historia de la música en México”[49].

Raúl Silva Castro, destacado y erudito hombre de letras, historiador de la literatura, escritor, exigente crítico, analizó en detalle el trabajo del Profesor Pereira Salas, Juegos y alegrías coloniales en Chile, anotando agudos comentarios:

“Desde el punto de vista metódico este libro se compone de una serie de monografías que se refieren a lo que los franceses llaman la petite histoire, esto es, las costumbres, las relaciones humanas en el plano doméstico, el vivir cotidiano en un determinado período de pasado o a lo largo de varios siglos y, concretamente, a juegos y diversiones. Debido a aquella forma de composición, algunas monografías, tienen más novedad que otras, esa porque la investigación resultó más profunda o porque el tema mismo presentaba mayor interés, y estimuló por lo tanto al autor. El conjunto es liviano para la lectura, ameno en partes y sumamente instructivo. Es instructivo, en efecto, porque con el conjunto de las observaciones que contiene se diseña una vez más una vieja verdad que siempre deben tener presente los historiadores. El hombre cambia poco a través de las edades, y hay ciertas líneas espirituales que prácticamente están hoy en donde mismo estaban hace docenas de siglos... De todo lo cual resulta que la fisonomía histórica de Chile viene diseñada ya desde la colonia y se la dieron de preferencia los hombres que en esos años primitivos para la nación, llegaron de España. Hasta la no aclimatación del toreo en Chile, que a primera vista parece una anomalía, resulta explicable si se leen con atención las páginas del señor Pereira. Y es curioso comprobar que bajo apariencias relativamente locales, descubre la historia la raigambre hispana de usos y costumbres, como algunos de los juegos que estudia el autor. La chueca, por ejemplo, tomada por ciertos aprendices de sabios como de origen araucano, es un juego español (o, mejor, europeo en general, porque sería cosa larga filiar su origen en el viejo continente) como queda probado con verdadera abundancia de citaciones que ofrece el señor Pereira (pp. 125-37). En suma, con el libro de este joven investigador se pone de manifiesto que la civilización española se vertió íntegramente en Chile, como en otras provincias del imperio, y dio origen a formas de convivencia humana que persisten intactas hasta nuestros días”[50].

El Profesor Pereira, junto a su amigo y colega don Manuel Abascal Brunet, profesor de Geografía del Instituto Pedagógico e historiador del teatro y la música, publicaron en 1952 Pepe Vila. La zarzuela chica en Chile, obra que en opinión del Dr. Luis Merino Montero es una monografía completísima que devela la importancia de José María Vila Bonastre, conocido como Pepe Vila, cantante español que llevó a su apogeo el género musical predominantemente cómico, muy popular en Chile”[51].

El mismo año 1952, entregó su trabajo Guía bibliográfica para el estudio del folklore chileno, obra de gran utilidad por la síntesis que hace de la evolución de los estudios de la disciplina en Chile y las 1.289 referencias bibliográficas que entregó en forma categorizada. Este trabajo fue calificado por el Dr. Américo Paredes como “la más completa bibliografía del folklore chileno”, opinión que comparte el Profesor Manuel Dannemann quien sostiene que se trata de la “primera y valiosísima bibliografía” de la especialidad[52].

Al año siguiente que don Eugenio Pereira publicara su Historia de la Música en Chile (1850-1900), el profesor Vicente Salas Viú reseñó la obra en forma extensa, crítica y muy detallada, tal cual era su costumbre habitual, por la enorme erudición que poseía sobre el tema. De su trabajo acucioso y severo, extractamos los siguientes párrafos:

“La Universidad de Chile acaba de sacar a luz la Historia de la Música en Chile desde 1850 a 1900, del mismo autor que los citados Orígenes del Arte Musical en Chile. Es así este nuevo libro una segunda parte del anterior, con el que forma, y no sólo por el riguroso enlace cronológico, una totalidad: la historia completa de la música y de las manifestaciones musicales en el país, desde su descubrimiento y colonización a los primeros años del siglo que vivimos. La documentación que el acucioso investigador que es el señor Pereira Salas ha tenido que reunir para el medio siglo que abarca su obra de reciente aparición, era todavía más difícil de hallar que la del pasado remoto de nuestra música. Estaba casi en su totalidad dispersa en diarios y revistas de la época, en documentos privados, en álbumes y memorias cuya paciente rebusca y consulta tenía que ser previa a la elaboración y hasta el planteamiento del libro... Elogiamos la paciencia que tal labor exige. Aun mayor tributo de admiración merece el buen criterio, el sutil discernimiento entre unos y otros testimonios que el señor Pereira Salas ha derrochado al trazar el perfil del tiempo que estudia. Su libro es sustancioso, riquísimo de información. Tanto como excelente y ponderado en todos sus aspectos... Aunque nos hemos detenido (en este análisis) con preferencia en las actividades musicales que tuvieron lugar en Santiago y Valparaíso entre los años 1850 y 1900, la Historia de la Música en Chile de Pereira Salas es igualmente precisa y abundante en información sobre las cumplidas en Copiapó, La Serena, San Felipe, Talca, Concepción, Valdivia y otras ciudades que fueron centros considerables de cultura en el siglo romántico. El panorama presentado por este libro, insistimos es de amplitud extrema. Nada queda relegado al olvido ni dejado de apreciar en su justo valor. Al recorrer tal panorama, es ancho el margen que deja al lector para abismarse en reflexiones. Las nuestras deben llegar a un término. Se lo ponemos, seguros de lo mucho que nos queda por comentar en un libro al que ha de volverse una y otra vez y siempre con provecho”[53].

Existe opinión unánime entre los historiadores que la obra cumbre del Profesor Pereira fue Historia del Arte en el Reino de Chile, libro de gran formato, 18 capítulos con 497 páginas, 38 ilustraciones en el texto, 237 láminas fuera del texto, algunas en color y el resto en blanco y negro, índices de nombres y geográfico, 950 eruditas notas bibliográficas que incluyen referencias documentales, monografías, artículos, etc. Sobre este verdadero monumento historiográfico, producto de más de 30 años de rebusca en archivos, colecciones privadas, museos, iglesias y capillas, papeles privados de numerosos artistas, aparte de un examen eruditísimo de las obras de arte, se ha escrito una apreciable cantidad de críticas y reseñas, todas ellas extraordinariamente elogiosas. Entre ellas elegimos dos por considerarlas las más fundamentales.

Don Raúl Silva Castro, siempre severo, escribió:

“Eugenio Pereira Salas ofrece con su Historia del Arte en el Reino de Chile, un texto que hacía falta. Lo singular de este intento no estriba, sin embargo, tanto en el hecho de que sus páginas articulan en una circunstanciada relación de los pasos dados por las manifestaciones artísticas en el Chile del período de la dominación española (Reino de Chile, en oposición a República de Chile), como en el método. El autor ha tomado en cuenta a sus predecesores, en cuyos esfuerzos escoge lo útil y lo cita, adecuadamente anotado y comentado; pero en seguida parte a los archivos, y allí afina su paciencia y atención para llegar al dato inédito. Desde semejante punto de vista, esta Historia del Arte en el Reino de Chile, es un colosal inventario de nociones que va a facilitar la tarea a más de un historiador del futuro. El autor ha visto especialmente, como es de rigor, el Archivo de Indias de Sevilla y los archivos chilenos, y en todos los datos pone siempre, con ejemplar esmero, las informaciones que pueden servir a los demás. Ha cosechado para sí, pero también está sembrando para todos... Pereira Salas, chileno consciente de la continuidad histórica de la raza, al señalar cómo subsiste aquel templo y tal y cual palacio, y se guardan todavía, siquiera en los museos, muebles y prendas de los seres de otros tiempos, al señalar esto nos recuerda a los lectores que formamos parte de un país que es un todo cierto como territorio y de una familia moral que evoluciona y cambia pero no se destruye. La presentación de este libro es imponente, pues se trata de casi quinientas páginas en gran formato (33 x 25 cms.), empastadas en tela y con lomo de cuero. Algunas imperfecciones podrían anotarse en el interior, pero literalmente naufragan en aquella magnitud casi oceánica. La obra anterior de Eugenio Pereira Salas presagiaba ciertamente la realización de este libro; pero debe aceptarse que él va más allá de todo lo previsto y de lo previsible. Con semejante labor se coloca a la cabeza de nuestros especialistas, así en la historia como en la exposición del arte en cuanto fenómeno vital distintivo del hombre”[54].

Fray Gabriel Guarda, O.S.B., arquitecto, destacado historiador de urbanismo chileno, autor de numerosas publicaciones y Premio Nacional de Historia 1984, acertadamente expresó sobre el magno trabajo:

“Por primera vez..., se nos ofrece un compendio proporcionado de la historia del arte en todo el reino —no como tantas veces de sólo Santiago— y en cada una de sus ramas; aún más, la obra se extiende a los más marginados lindes que podría comprender el tema sin descuidar ni las grandiosas realizaciones de la arquitectura militar ni las humildes piezas de la artesanía tradicional. Con sensibilidad refinada y con un caudal de conocimientos fuera de lo común, su autor brinda al gusto de los entendidos, en una especie de suculento festín prácticamente todo lo que hasta este momento se conoce y puede decirse sobre este rico período histórico, sin duda el más auténtico y fecundo del arte en Chile... El autor aborda con pareja abundancia de fuentes el estudio de todas sus ramas iluminando con su luz no sólo el conocimiento de las obras más conocidas de la época, sino la masa de obras menos brillantes o que hasta ahora permanecían en la oscuridad. Revela listas de artífices desconocidos, fija definitivamente la datación y la paternidad de increíble cantidad de objetos muebles e inmuebles y avanza con seguridad en el esclarecimiento de atribuciones hasta ahora dudosas. Al talento de haber presentado amenamente un cúmulo tan enorme de datos añade el mérito nada fácil de haberlo hecho en buen estilo y hasta con cierto criollo buen humor. Debe señalarse además en Pereira Salas un don no siempre frecuente en los historiadores del arte —y en los historiadores en general—: una ejemplar humildad que lo hace atractivo a la vez que, alejándolo de la tentación de sentar solemnemente la inevitable teoría estética, asegura a su obra larga vida y un actualismo renovadamente promisor. El plan objetivo que se propuso al limitar su alcance al solo estudio concreto de cada obra o autor en las respectivas ramas de cada arte, no significa de ninguna manera que le falten --pareciera que le sobran-- fuerzas para emitir calificaciones señeras respecto a los problemas o soluciones que toda realización artística plantea o evidencia; ciertos mesurados juicios que emite aquí o allá permiten atisbar ese otro mundo de conocimiento que el autor prudentemente envainó en vez de esgrimir con justificada arrogancia; sin embargo, cautiva esta madura mesura que salva a la obra de un éxito pasajero y que da a aquellas cuidadas opiniones el carácter de un autorizado veredicto. Dentro de ellas sólo queremos traer, a guisa de ejemplo, su juicio sobre la ejecución de los cuadros de San Francisco y su observación sobre la arquitectura del palacio de la Moneda; que aquellos fueron trabajados en el Cuzco y que el clasicismo de ésta conjuga en triunfal síntesis el espacio barroco, son opiniones que, o zanjan definitivamente una discusión o destacan un hecho fundamental no señalado antes por ningún arquitecto. En ambos casos el autor ha condensado su juicio en apretadas líneas que el lector no olvidará jamás. Una obra de tales dimensiones, con un tal acopio de datos, con tal variedad de materias, ofrecerá sin duda necesariamente muchos puntos vulnerables a la crítica: fácilmente podrá confeccionarse una buena lista de erratas --que como la defectuosa reproducción de alguna de las láminas en colores atribuimos más bien a la responsabilidad de la casa editora-- o echarse a veces de menos el uso de un vocabulario técnico más ajustado. Aún más: seguramente los arquitectos podrán quejarse de que no se les haya entregado una mayor interpretación del material presentado, los pintores, de las pinturas, los escultores, de las... en fin, cada uno con su tema. Sin embargo, opinamos que ante la magnitud de una obra como ésta, tal género de críticas resulta tan desproporcionado que se siente un vago rubor ante la idea de pensar en ellas. La calidad de la obra es tan alta en general que impresiona óptimamente. No sólo no se vislumbra en nuestros medios artísticos un especialista capaz de abordar con tal visión de conjunto una síntesis semejante, sino además pocos autores poseen la capacidad de investigación, el amor al tema y el método científico que adornan al Presidente de la Academia Chilena de la Historia que nos brinda en esta su obra más importante y el fruto más maduro de su fecunda y prolongada labor docente y publicitaria”[55].

En 1971 don Eugenio Pereira publicó Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778-1809. Con este volumen, don Eugenio cerró la primera etapa de sus investigaciones sobre las relaciones chileno-norteamericanas que pensaba abordar hasta 1850 con un segundo tomo que no alcanzó a redactar y que debía cubrir al periodo 1809-1850, terminando con la participación chilena en Gold Rush californiano, tema que siempre le apasionó y sobre el cual dejó eruditos artículos[56]. En elaborar Los primeros contactos..., como ya lo hemos dicho, don Eugenio trabajó ininterrumpidamente por más de 30 años, reuniendo material en Chile, archivos norteamericanos y españoles. Sus primeros hallazgos los dio a conocer en varios artículos tales como La Misión Bland en Chile, El Cónsul Poinsett, La Misión Worthington en Chile, Los primeros estudiantes chilenos en los Estados Unidos, La influencia de la Constitución Norteamericana en las primeras constituciones de Chile, La actuación de los oficiales navales norteamericanos en nuestras costas, Buques norteamericanos en Chile a fines de la era colonial, Las tentativas para la colocación de un empréstito chileno en los Estados Unidos (1818-1819), y otros que el erudito especialista en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, Dr. Arthur P. Whitaker, calificara en elogiosos términos en la bibliografía crítica de una de sus más importantes monografías:

“Es preciso mencionar especialmente la obra del distinguido erudito chileno Dr. Eugenio Pereira Salas, que en la última década ha publicado muchos artículos sobre las relaciones políticas, económicas y culturales de Estados Unidos con Chile en el período abarcado en el presente estudio. Gracias a ello tenemos una mejor imagen de las relaciones de Estados Unidos con Chile que con ningún otro país latinoamericano en ese periodo”[57].

Curiosamente, y al revés de lo ocurrido con las obras antes mencionadas, la crítica sobre Los primeros contactos.... fue escasa. La revista Historia de la Universidad Católica, se limitó a decir:

“En exhaustiva investigación el autor corona treinta años de estudio sobre el mismo tema y que ya conocíamos por varios importantes trabajos. Valiosa monografía que agota la materia”[58].

Por su parte, Fernando Campos Harriet, anotó:

“El actual libro de Eugenio Pereira Salas deja de lado las relaciones oficiales de Estados Unidos y trata Los Primeros Contactos Chileno-Norteamericanos, en un período crucial de la formación de ambos países: 1778-1809. Se trata de las relaciones individuales, de pueblos a pueblo. A pesar de sus grandes diferencias de origen, lengua, formación, religión, costumbres, concepto intrínseco de la vida, en aquella época ambos pueblos tenían una dimensión común: eran ambos libertarios y aventureros, trashumantes, plenos de iniciativa y de exuberancia de vida. Había buena base para la formación de una sólida amistad. La obra de Pereira Salas es un denso cuadro histórico, tejido con vivos colores, sobre un telar sólidamente cruzado con los más firmes hilos de una acabada investigación... La riqueza informativa de este libro es tal que es imposible dar de ella la más mínima reseña: fruto de una prolija labor de paciencia benedictina, la exposición se salva de lo denso y lo profuso sólo gracias a la habilidad esquemática y a la claridad del lenguaje...”[59]

El autor de este artículo, a petición expresa de la Academia Chilena de la Historia, reseñó el libro, tarea que le fue en extremo difícil por haber sido testigo muy cercano de los esfuerzos finales del autor por concluir su trabajo. Entre las observaciones que formulé, destaco las siguientes:

“Para el Profesor Pereira Salas, los contactos entre Chile y Estados Unidos que se realizan en el período, señalan “la emergencia en la historia de Chile de una mentalidad moldeada en el ambiente reposado de las postrimerías coloniales que aspira a sumarse al ambiente espiritual cosmopolita del siglo XVIII, que despierta la filosofía de la Ilustración”. Bajo este concepto el autor entra a describir, analizar e interpretar la serie de sucesos que configuran los primeros contactos chileno-norteamericanos. Y es aquí, precisamente, donde la monografía alcanza un primer y real valor. Para el Profesor Pereira su estudio no sólo es un estudio de historia diplomática, tal cual lo han practicado por décadas los historiadores. La historia diplomática, o mejor dicho la historia de los contactos chileno-norteamericanos, es una historia social que pretende descubrir hasta en sus más insignificantes detalles el contenido sociológico de los acontecimientos políticos, económicos, culturales y aun ideológicos. Por ello la metodología empleada, la selección de hechos y las mismas fuentes constituyen desde todo punto de vista una verdadera renovación que hace emerger, por sobre todo, el contenido humano. Analizar en esta reseña los contenidos informativos del libro, resultaría tarea demasiado larga. La riqueza enciclopédica de cada uno de los capítulos es tal que resulta difícil recoger cualquier información o dato para que sirva, siquiera, de muestra, en un intento de corroborar y confrontar. Y más aún, cada dato está refrendado hasta la saciedad, con abundantísimas referencias de fuentes o bibliografía. Baste saber que el número total de notas que acompañan los treinta capítulos en que está dividida la narración es de 640, para comprobar la enorme prolijidad y erudición que el autor ha puesto en su empeño. Pero si el número no fuera de por sí suficiente prueba de nuestra afirmación, baste mencionar que la mayoría de las citas que el Profesor Pereira introduce en sus capítulos provienen de fuentes rara vez empleadas previamente o conocidas por algunos curiosos especialistas en determinados tópicos... Acostumbrados como estamos a leer el pulcro y sencillo estilo literario del Profesor Pereira, y teniendo en consideración su exquisita habilidad de narrador, tenemos en consideración la advertencia previa que el autor hace no haber querido llevar a su extremo dramático algunos episodios para evitar la desfiguración de la estructura narrativa del libro. Sin embargo, algunos capítulos como los titulados “La apertura del Pacífico a los balleneros”, “La entrada en escena de los loberos”, y sobre todo, “El ciclo ballenero a fines de la Colonia”, “La vida marinera norteamericana en el Pacífico”, “La curiosa vida de los loberos en las islas” y “La caza de la ballena en los mares de Chile”, más parecen páginas extraídas de una novela que la reconstrucción histórica de acontecimientos que realmente ocurrieron y dieron origen a singulares procesos sociales y económicos. En general, el libro que comentamos conforma un amplio panorama lleno de vida, producto de una meticulosa investigación. Hemos tratado de detectar algún error de contenido, pero nuestra tarea ha sido infructuosa, salvo pequeñas fallas de orden tipográfico y algunas diferencias, especialmente numéricas, que se advierten, por ejemplo, en los datos en el texto y los contenidos en el Apéndice N° 1, “Buques norteamericanos en Chile (1788-1809)” y que se deben, fundamentalmente, según desprendemos, de la corrección que el Profesor Pereira introdujo en la monografía a ese ensayo que publicó en 1936... Tal cual algunos estudios previos de Profesor Pereira Salas... constituyeron desde su publicación el libro definitivo sobre el tema, Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos es el trabajo concluyente y final. Podrá discreparse de la interpretación que el autor alcanza, de algunos aspectos parciales de evaluación o análisis y aun de la metodología, pero no se dejará de reconocer que el libro que comentamos es la reconstrucción completa, integral y decisiva de un proceso de vastas proyecciones. En suma, una monografía de notable facturación que agota la materia”[60].

En 1974 la Universidad de Chile publicó el trabajo del Profesor Pereira Historia del Teatro en Chile desde sus orígenes hasta la muerte de Juan Casacuberta 1849, obra que demuestra las mismas características de erudición que las publicaciones anteriores. El Canónigo Fidel Araneda Bravo, Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua, reseñó la obra y entre sus observaciones estampó las siguientes:

“Eugenio Pereira Salas, en su prolija y documentada Historia del Teatro, anota, en doscientos treinta y siete años de actividad dramática, mil trescientos veintisiete obras representadas... Pereira estudia, como ninguno de los historiadores, el teatro nacional y lo hace sin sectarismos, sólo con el ánimo de presentar un cuadro completo del arte escénico chileno... Pereira, aunque hace suyas las críticas de Miguel Luis Amunátegui, en su obra Las primeras representaciones dramáticas en Chile (1889), para condenar la labor negativa de Villodres, escribe sin animosidad y se muestra mesurado e imparcial... La obra de Eugenio Pereira Salas sugiere muchas interesantes consideraciones acerca de la escena nacional”[61].

Un caso curioso y a la vez notable, que demuestra la increíble constancia del Profesor Pereira en sus investigaciones, lo da su obra Apuntes para la Historia de la Cocina Chilena, publicado en primera edición en 1943 y en segunda en 1977, esto es cuarenta y tres años más tarde, con texto completamente renovado, nuevos y valiosos antecedentes, ilustraciones y apéndices. Este libro ha sido el que ha recibido más reseñas y críticas de cuantos escribió el Profesor Pereira y bien podríamos decir que al igual que otras de sus monografías es el trabajo definitivo sobre el tema, aunque el autor con gran modestia le colocó el título de Apuntes... Una reseña sobre la obra aparecida en la Revista de la Universidad de Chile, señaló:

“En amena redacción, el historiador recopiló para sus lectores todos los detalles e hitos significativos que han acompañado el buen yantar chileno desde que don Pedro de Valdivia se instaló en Santiago —con algunos alcances incluso a la dieta alimenticia de Cristóbal Colón y sus marinos— hasta los platos que adornan las mesas en las postrimerías del siglo XIX en lo que él llama “La Belle Epoque Gastronómica”. Entre ambos hitos se incluyen los capítulos destinados a contar las infidencias de “La Abundancia Barroca Criolla”, “El Ilustrado y Goloso Siglo XVIII”, “La Cocina en la Patria Vieja y en la Patria Nueva” y “La Cocina Republicana”... Conjuntamente, Eugenio Pereira Salas va incluyendo en la totalidad de la obra ejemplos de urbanidad chilena, insistiendo en las dos grandes obras que han cimentado las buenas costumbres nacionales a lo largo de su historia civilizada: “Cartas de Lord Chesterfield a su hijo”, que fuera “lectura obligatoria en la educación privada sobre todo en los aristocráticos colegios ingleses de Valparaíso y Santiago” en el siglo pasado; y el respetado “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras” del escritor y político venezolano, Manuel Antonio Carreño. Cientos de nombres, donde se entrelazan recetas del pasado, el nacimiento de los causeos y las vainas, el cola de mono, las sopaipillas, junto a los pantagruélicos “menús” de los políticos de antaño, conforman esta curiosa obra, donde tampoco se olvida el presente que hace historia en la mesa chilena. Así se nombra como reemplazo de las antiguas picadas a “La paila Chonchi”, las empanadas de “La Obra”, rumbo al Volcán; las sustancias de Chillán y el arrollado picante del “Chancho con chaleco” que, según el decir de Eugenio Pereira Salas, “sigue en marcha”[62]

El último libro que publicó el Profesor Pereira fue Biobibliografía musical de Chile desde los orígenes a 1886, aparecido en Santiago en 1978, obra que significó un largo y duro trabajo de búsqueda y recopilación de partituras y datos biográficos de compositores. Esta Biobibliografía es el complemento a los trabajos previos del Profesor Pereira, Los Orígenes del Arte Musical en Chile e Historia de la Música en Chile, con los que integra una trilogía que cubre la historia del desarrollo musical chileno desde el período prehispánico hasta 1900. Comentando la Biobibliografia, el Dr. Merino Montero ha escrito que la obra “corona brillantemente su trayectoria como investigador”, agregando que:

“Entrega las fuentes primigenias que guiarán a los futuros investigadores de nuestro pasado cultural. Contiene un total de 959 ítemes de música, tanto manuscrita como impresa, ordenados alfabéticamente siguiendo el apellido de los compositores. Además incluye impresos decimonónicos de los que no existen ejemplares actualmente, pero cuya existencia puede documentarse sobre la base de referencias contemporáneas en diarios o revistas, agregando, en la medida de lo posible, breves descripciones biográficas de los compositores. Estos últimos son chilenos o extranjeros, cuyas obras se imprimieron o circularon en el país. Especial interés reviste el “Cuadro genérico de composiciones” (pp. 12-13), con la clasificación y estadística del repertorio inventariado. Cualquier musicólogo puede aquilatar las incontables horas de pesado trabajo que esta biobibliografía ha significado”[63].

En términos muy similares a los del Dr. Merino, se refirió Samuel Claro Valdés a la obra, ponderándola por la acuciosa investigación y la enorme utilidad que prestan los hallazgos del Profesor Pereira a los historiadores de la música[64].

Quisiera haber podido disponer de mayor espacio para referirme a algunos artículos del Profesor Pereira que han recibido consagración internacional, por la novedad del tema planteado y la metodología aplicada, como ocurre, por ejemplo, con “Los relojes y la noción del tiempo en la época colonial”[65]. Sin embargo, debemos contentarnos con lo ya expuesto, que, creo, permite sacar algunas conclusiones.

En el caso de don Eugenio Pereira Salas nos encontramos con un historiador que se distingue por su claro y definido concepto de la ciencia historiográfica, que usa métodos rigurosos en el trabajo de su documentación y en la variedad de los temas que cultiva y que junto con impregnarlos de humanismo, los entrega en hermosos cuadros compuestos con realismo, veracidad, apego a las fuentes, agregando el necesario aparato erudito dentro de una arquitectura literaria muy vívida. Por otra parte no puede dejar de asombrar el monto de su producción como tampoco puede pasarse por alto el grado de influencia que ejerció a través de la enseñanza y de la labor administrativa en diferentes organismos culturales. La vida de don Eugenio Pereira Salas, centrada en su hogar, en sus clases y labores universitarias, en el estudio y la investigación, marcada por un afán humanista, dedicada a conocer en su integridad al hombre chileno y americano en su evolución histórica, es un caso digno de admiración, sobre el que es necesario reflexionar.

__________

[1]

Publicado originalmente en Cuadernos de Historia Nº 9. Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Diciembre de 1989. Páginas 9-42. versión corregida y actualizada.

[2]

Profesor Titular, Universidad de Chile.

[3]

Boletín del Instituto Nacional. Número especial con motivo del sesquicentenario (1813-1963). Santiago, 1963, pp. 73-74.
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[4]

Dato proporcionados por la Oficina de Títulos y Grados de la Universidad de Chile.
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[5]

“... en la intimidad de Eugenio Pereira Salas. La jornada diaria de un chileno que hace noticia”, Que Pasa. N° 191. Santiago. 5 de diciembre de 1974, pp. 56-57.
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[6]

Boletín del Instituto Nacional, ya citado.
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[7]

Véase Eugenio Pereira Salas, “Don Luis A. Puga Rojas (1886-1974)”, Informaciones Geográficas. N° 23. Santiago, Departamento de Geografía, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Chile, 1974, pp. 3-5.
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[8]

El profesor Joaquín Barceló Larraín, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras (hoy Facultad de Filosofía y Humanidades) de la Universidad de Chile, pronunció las siguientes palabras en la ceremonia realizada en el Campus Macul el 17 de noviembre de 1980, cuando se dio el nombre de Eugenio Pereira Salas a la Biblioteca de dicho Campus: “Al dar el nombre de Eugenio Pereira a esta Biblioteca, la Universidad no sólo quiere perpetuar el nombre de un gran académico y de un fecundo investigador, sino también el de quien amó los libros por cuanto ellos eran parte importante de su vida. En esto se reveló Eugenio Pereira como un gran humanista. Para el humanista, la biblioteca es lo que para el hombre de ciencia es el laboratorio. En su biblioteca el humanista se enfrenta con la realidad, la observa, la interroga, prueba sus propias hipótesis y verifica sus resultados. En ella realiza lo que podríamos llamar “sus experimentos mentales”. La imagen de don Eugenio en su biblioteca no puede dejar de recordarme la que nos dejó de sí mismo otro gran hombre, que fue también a la vez un profundo estudioso y un eficiente hombre de acción, si bien su campo de actividad no fue la dirección académica sino la diplomacia. En una carta dirigida a un amigo, dice Maquiavelo: “Llegada la tarde, vuelvo a casa y entro a mi biblioteca; en la puerta me despojo de mis vestidos cotidianos, llenos de fango y de lodo, y me engalano con ropas elegantes y decorosas; vestido así decentemente, ingreso a las viejas cortes de los hombre antiguos, donde, recibido amablemente por ellos, me alimento de ese manjar que sólo es mío y para el cual yo nací. Allí no me avergüenzo de hablar con ellos y de interrogarlos acerca de las razones de sus actos; y ellos me responden por su humanidad. Durante cuatro horas no siento fatiga alguna, olvido toda preocupación, no temo a la pobreza ni me aterra la muerte; estoy enteramente entregado a ellos”. Así se entregó también Eugenio Pereira a la compañía de los hombres del pasado y a la conversación con ellos, olvidando las fatigas de sus actividades directivas, alejando las preocupaciones, despreciando la pobreza y esperando la muerte con la serenidad del hombre que ha sabido llenar su vida de sentido y de valiosas realizaciones. Y cuando vio que su vida se acercaba a su fin, con un gesto admirable donó su biblioteca, que era parte tan importante de sí mismo, a la Universidad de Chile. Al hacerlo entregaba a la Universidad no tan sólo el contenido material de sus obras y documentos —cuyo valor es de suyo inmenso sino también algo más íntimo: su refugio espiritual, el lugar anímico de su trabajo y las fuentes de sus contribuciones historiográficas. Con ello dio una muestra más de esa inagotable generosidad que lo caracterizó durante toda su vida”. Copia mecanografiada del discurso del Profesor Barceló en poder de C.G.Y.
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[9]

Eugenio Pereira Salas, “Un amigo de Índice en Europa”, Índice. Año I, Nº 3. Santiago, junio de 1930, p. 10.
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[10]

Carta de don Eugenio Pereira Salas a don Juan Gómez Millas. Burgos, 1 de abril de 1930. Original en poder de C.G.Y.
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[11]

Eugenio Pereira Salas, “La vocación del historiador”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia. N° 69. Santiago, 1963, p. 28.
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[12]

Véase Herbert E. Bolton, History of the Americas. A Syllabus with Maps. Boston, Ginn and Company, 1928 y Herbert E. Bolton and Thomas M. Marshall, The Colonization of North America, 1492-1783. New York, The Mac Millan Company, 1920. Para un estudio detallado de la tesis de la “Historia de las Américas” del profesor Bolton, véase el erudito estudio de Lewis Hanke (Ed.), ¿Tienen las Américas una Historia Común? México, Editorial Diana, S.A., 1966. En pp. 73-109 de este volumen está incluido el trabajo del Dr. Bolton “La epopeya de la Gran América” en que plantea su idea de que las Américas —Norte, Centro y Sur— comparten una experiencia histórica común.
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[13]

Eugenio Pereira Salas, “El espíritu americanista de la Universidad de California”, Clio. Año II, N” 4. Santiago, Publicación del Centro de Estudiantes de Historia y Geografía de la Universidad de Chile, octubre de 1934, p. 27.
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[14]

Greater America: Essays in Honor of Herbert Eugene Bolton. Berkeley and Los Angeles, The University of California Press, 1945. En pp. 537-548 de este tomo se publicó la copiosa bibliografía del Dr. Bolton.
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[15]

Eugenio Pereira Salas, “Herbert Eugene Bolton, historiador de las Américas”, Andean Quarterly. Santiago, Instituto Chileno Norteamericano de Cultura, Winter, 1946, pp. 5-8.
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[16]

Eugenio Pereira Salas, Los Orígenes del Arte Musical en Chile. Prólogo del Sr. Domingo Santa Cruz. Santiago, Imprenta Universitaria, 1941, p. XIII.
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[17]

Eugenio Pereira Salas, Juegos y alegrías coloniales en Chile. Santiago, Empresa Editora Zig-Zag, S.A., 1947, p. 11.
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[18]

Eugenio Pereira Salas, Historia de la Música en Chile (1850-1900). Santiago, Publicaciones de la Universidad de Chile, 1957, p. 10.
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[19]

Eugenio Pereira Salas, América del Sur. Perú - Bolivia - Paraguay - Argentina - Chile. México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comisión de Historia, Programa de Historia de América: III. Periodo Nacional, 4, 1956, pp. 7 y 11.
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[20]

Eugenio Pereira Salas, Historia del Arte en el Reino de Chile. Santiago. Ediciones de la Universidad de Chile, 1965, p. X.
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[21]

Eugenio Pereira Salas, Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778-1809. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1971, p. 9.
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[22]

Eugenio Pereira Salas, Historia del Teatro en Chile desde sus orígenes hasta la muerte de Juan Casacuberta 1849. Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1974, p. 11.
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[23]

El Mercurio (Santiago), 8 de julio de 1979.
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[24]

Cristián Guerrero Yoacham, “Discurso” en Homenaje del Instituto Chileno Norteamericano de Cultura a don Eugenio Pereira Salas. Fred Becchtti, Brunilda Cartes Morales, Cristián Guerrero Yoacham, Joaquín Barceló. Santiago, Editorial Universitaria, diciembre de 1979, pp. 34-35.
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[25]

Este aspecto lo he analizado en mi “Discurso...” citado previamente, pp. 35 y siguientes. Véase también Guillermo Izquierdo Araya, “Pereira Salas en la historiografía chilena”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Nº 88. Santiago, 1974, pp. 15-32.
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[26]

Véase a este respecto el erudito artículo del Dr. Luis Merino Montero, “Don Eugenio Pereira Salas (1904-1979), Fundador de la Historiografía Musical en Chile”, Revista Musical Chilena. Nº 148. Santiago, Facultad de Ciencias y Artes Musicales y de la Representación, Universidad de Chile, octubre-noviembre de 1979, pp. 66-87.
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[27]

Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española. 2 vols. Madrid, Editorial Espasa-Calpe, S.A., 1992. Vol. I, p. 624.
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[28]

Henry Steele Commager, La Historia. Su naturaleza. Sugestiones didácticas. México, U.T.E.H.A., 1967, p. 35.
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[29]

La primera edición en Apartado del Boletín de Educación Física, órgano del Instituto de Educación Física de la Universidad de Chile. La segunda, corregida, aumentada, redactada enteramente de nuevo, primorosamente impresa e ilustrada, fue hecha por la Sociedad de Bibliófilos Chilenos siguiendo el proyecto tipográfico de don Mauricio Amster, con una tirada de 130 ejemplares. La Editorial Universitaria (en cuyos talleres se imprimió la obra) sacó una edición paralela de 1.000 ejemplares.
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[30]

“Discurso de don Jaime Eyzaguirre al recibir a don Eugenio Pereira Salas” (como Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua), Boletín de la Academia Chilena Correspondiente de la Real Academia Española. Tomo XVI, Cuaderno LIV. Santiago, 1963, pp. 63-64.
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[31]

Ricardo Krebs, “Eugenio Pereira, Historiador”, Universidad de Chile, Sede Santiago Oriente, Facultad de Ciencias Humanas, 7 Estudios. Homenaje de la Facultad de Ciencias Humanas a Eugenio Pereira Salas. Pedro Cunill G., Guillermo Feliú C., Cristián Guerrero Y., Álvaro Jara H., Ricardo Krebs W., Rolando Mellafe R., Mario Orellana R. Santiago, 1975, p. 21.
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[32]

Raúl Silva Castro, “La obra histórica de Eugenio Pereira Salas”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Nº 69. Santiago, 1963, p. 15.
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[33]

La información bibliográfica que entrega aquí el Dr. Krebs, es la misma que especificamos en nuestra nota 19.
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[34]

Nota del Dr. Krebs: “Breve Historia de la Literatura Latinoamericana, 1775-1905. Neuchatel Edition de la Baconniére, 1959, en Cuadernos de Historia Mundial, Vol. I, editado por la Comission International pour une Histoire du Developpment Scientifique et Culturel de l’Humanite, UNESCO, pp. 94-114”.
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[35]

Nota del Dr. Krebs: “Buques norteamericanos en Chile a fines de la era colonial. 1788-1810. Santiago de Chile, 1936”. Nosotros agregamos que este trabajo, pionero en el tema, fue resumido y traducido al inglés por E.G. Trueblood y publicado con el título “United States’ Ships in Chile at the closed of the Colonial Period”, Andean Monthly. Santiago, The Chile-United States Cultural Institute, January-February 1940. Hay edición en Separata de esta versión.
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[36]

Nota del Dr. Krebs: “La Misión Worthington en Chile (1818-1819). Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1936”.
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[37]

Nota del Dr. Krebs: “La influencia norteamericana en las primeras constituciones de Chile. Publicaciones del Seminario de Derecho Público de la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales. Boletín Nº 25”.
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[38]

Nota del Dr. Krebs: “Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778-1809. Ed. Andrés Bello. Santiago, 1971”. Ricardo Krebs, “Eugenio Pereira (1904-1979) humanista e historiador”, Revista Universitaria. Nº 4. Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile, octubre, 1980, pp. 111-112.
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[39]

Presentación de don Eugenio Pereira Salas del Profesor Henry S. Commager en el Seminario Historia de las Ideas en América, realizado en la XV Escuela Internacional de Verano de Valparaíso, organizada por la Universidad de Chile y la Universidad Federico Santa María. Valparaíso, 10 de enero de 1963. Manuscrito en poder de C.G.Y.
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[40]

Pereira Salas, América del Sur..., ya citado, pp. 11-12.
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[41]

Eugenio Pereira Salas, “Notes on the History of Music Exchange Between the Americas Before 1940”, Music Series N° 6. Washington, D.C., Pan American Union, Music Division, January 1943, pp. 1-25. Este trabajo fue publicado en español con el título de “Notas para la historia del intercambio musical entre las Américas antes del año 1940”. Music Series. Nº 7. Washington, D.C., Pan American Union, Music Division, May 1943, pp. 1-25.
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[42]

Eugenio Pereira Salas, “La emancipación cultural de América”, UNESCO, El Viejo y el Nuevo Mundo. Sus relaciones culturales y espirituales (Reuniones intelectuales de Sáo Paulo y Recontres Internationales de Genéve-1954). París-Basilea, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Buchdruckrei VSK, 1956, pp. 98-115.
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[43]

Eugenio Pereira Salas, “La Littérature Hispano-Americaine aux XXe Siécle”, Cahiers d’Historie Mondiale. Journal of World History. Cuadernos de Historia Mundial. Vol. VIII, Nº 2. Neuchatel Edition de la Baconniére, Commission Internationale pour une Histoire de l’Humanité, UNESCO, 1964, pp. 327-345.
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[44]

Eugenio Pereira Salas, Art and Music in Contemporary Latin America. (A Lectured delivered on the 16th May 1967 at Canning House, 2 Belgrave Square. London, SW. 1). London, The Hispanic & Luso Brazilian Councils, 1968. Diamante Series, XVIII. Traducido al español por Magdalena Vicuña Salas y publicado con el título de “Arte y música en América Latina Contemporánea”, Cuadernos de Historia Nº 19. Santiago, Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, 1999, pp. 7-20.
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[45]

Eugenio Pereira Salas, “The Emergence of Republics in Hispanic America”, History of Mankind. Cultural and Scientific Development. Vol. V: The Nineteenth Century 1775-1905. Part Three: Social, Cultural and Religious Aspects (Edited by Charles Morazé). London, International Commission for a Historv of the Scientific and Cultural Development of Mankind, UNESCO, 1976, pp. 908-984.
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[46]

Véase Cristián Guerrero Yoacham, Luz María Fuchslocher Arancibia y Cristián Guerrero Lira, Biobibliografía de don Eugenio Pereira Salas. Santiago, Academia Chilena de la Historia, 1990 y Cristián Guerrero Yoacham y Alejandra Ramos Henríquez, “Adiciones y ampliaciones de la Biobibliografía de don Eugenio Pereira Salas”, artículo de próxima aparición en el Nº 24 de Cuadernos de Historia, correspondiente al año 2004.
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[47]

Reseña de “Alone” (Hernán Díaz Arrieta) en Anales de la Universidad de Chile. Año XCIX, Nº 42-43, Tercera Serie. Santiago, 1941, pp. 285-287.
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[48]

Reseña de José Torres Revello en Revista de Historia de América. Nº 12. México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comisión de Historia, agosto de 1941, pp. 170-171.
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[49]

Reseña de Vicente T. Mendoza en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas. Nº 7. México, 1941. Reproducida en Revista Chilena de Historia y Geografía. Nº 99, Santiago, 1941, pp. 404-406.
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[50]

Reseña de Raúl Silva Castro en Revista Chilena de Historia y Geografía, Nº 111. Santiago, 1948, p. 342. Otras recesiones sobre la misma obra: John Lynch en Charles C. Griffin (Ed.), Latin America. A Guide to Historical Literature. Austin & London, 1971, p. 285, ítem 3082; Willis K. Jones en Books Abroad (XXIII, 1949, p. 63) y Estudios, Nº 181-182. Santiago, febrero 1948, p. 71.
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[51]

Merino, “Don Eugenio Pereira Salas (1904-1979), Fundador de la Historiografía Musical en Chile”, pp. 72-73.
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[52]

Las apreciaciones del Dr. Paredes y del profesor Dannemann en el trabajo de este último Bibliografía del folklore chileno (1952-1965). Austin, 1970, pp. VII y 2.
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[53]

Reseña de Vicente Salas Viú en Anales de la Universidad de Chile. Año CXVI, Nº 112, Tercera Serie. Santiago, 1958, pp. 147-150. Otras críticas al libro: Alfonso Bulnes Calvo en Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Nº 58. Santiago, 1958, pp. 143-145; “M.A.B.” (Manuel Abascal Brunet), en Revista Chilena de Historia y Geografía. Nº 126. Santiago, 1958, p. 375; Agustín Zúñiga, “Eugenio Pereira Salas. Historia de la Música en Chile”, Historia. Nº 14. Buenos Aires, 1958, pp. 154-155; Alone, “Historia de la Música...”, El Mercurio (Santiago), 19 de junio de 1958; Francisco Dussuel, S.J., “Letras chilenas. Historia de la Música en Chile, El Diario Ilustrado (Santiago), 20 de julio de 1958; “Historia de la Música en Chile , El Sur (Concepción), 14 de agosto de 1958; Daniel Quiroga, “Visión del Chile musical romántico da nuevo libro de Eugenio Pereira”, El Debate (Santiago), 24 de septiembre de 1958; Claudio Solar, “Valparaíso acuñó el arte lírico”, El Mercurio (Valparaíso), 19 de octubre de 1958; Robert Stevenson en The Hispanic American Historical Review. XL-2, May 1960, pp. 293-294.
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[54]

Reseña de Raúl Castro en Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Nº 79. Santiago, 1968, pp. 236-238.
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[55]

Reseña de Gabriel Guarda Geywitz, O.S.B. en Historia. Nº 5. Santiago, Instituto de Historia, Universidad Católica de Chile, 1966, pp. 285-288. Otros estudios críticos sobre el libro: José María Palacios en P.E.C., Nº 442. Santiago, 25 de enero de 1972, pp. 11-12; Alfonso Bulnes en Boletín de la Academia Chilena de la Historia. N° 76, Santiago, 1967, pp. 187-194; “G.F.” en Revista de Historia de América. N° 61-62. México, enero-diciembre 1966, pp. 559-560; Calíope, “Publicaciones recientes. Historia del arte...”, El Mercurio (Santiago), 31 de diciembre de 1966; Antonio Romera, “Historia del arte...”, El Mercurio (Santiago), 22 de enero de 1967; Fidel Araneda Bravo, “Historia del arte...”, La Nación (Santiago), 18 de febrero de 1967 (reproducida en Atenea, Nº 417, p. 277); Terence Grieder en The Hispanic American Historical Review. XLIX-1, Februarv 1969, pp. 139-140; Américo, “Historia del arte...”, La Tercera de la Hora (Santiago), 26 de abril de 1968.
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[56]

Entre otros: “Las aventuras de don Vicente Pérez Rosales en California”, en Vicente Pérez Rosales, Diario de un viaje a California, 1848-1849. Edición y prólogo de Eugenio Pereira Salas. Santiago, Sociedad de Bibliófilos Chilenos, 1949, pp. IX-XXVI; “Bibliografía Chilena sobre el Gold Rush en California”, LEA. Nº 9. Washington, D.C., Pan American Union, 1949, pp. 1-4; “Una superchería californiana traducida en Chile”, El Bibliófilo Chileno. Nº 5. Santiago, Sociedad de Bibliófilos Chilenos, agosto de 1949, pp. 58-59; “Algo más sobre Joaquín Murieta”, El Bibliófilo Chileno. Nº 10. Santiago, Sociedad de Bibliófilos Chilenos, diciembre de 1964, pp. 137-141. Una revisión crítica de estos trabajos puede encontrarse en el ensayo de C.G.Y., “Bibliografía chilena sobre el Gold Rush en California”, continuación del estudio del Profesor Pereira, publicado en Cuadernos de Historia. Nº 3. Santiago, Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación, Universidad de Chile, julio de 1983, pp. 139-147.
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[57]

Arthur P. Whitaker, The United States and the Independence of Latin America, 1800-1830. Baltimore, The Johns Hopkins Press, 1941. Segunda edición: New York, Norton & Company-Inc., 1964. En la cita aprovechamos la versión castellana, Estados Unidos y la Independencia de América Latina, 1800-1830. Buenos Aires, EUDEBA, 1964, p. 457.
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[58]

“Fichero Bibliográfico (1971-1972)”, Historia. Nº 11. Santiago, Instituto de Historia, Universidad Católica de Chile, 1972-1973, p. 470.
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[59]

Fernando Campos Harriet, “El último libro de Eugenio Pereira Salas. “Los primeros contactos entre Chile y los Estados Unidos, 1778-1809”. Editorial Andrés Bello”, El Mercurio (Santiago), 21 de noviembre de 1971.
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[60]

Reseña de Cristián Guerrero Yoacham en Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Nº 85. Santiago. 1971, pp. 301-304.
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[61]

Reseña de Fidel Araneda Bravo en Las Ultimas Noticias (Santiago), 5 de junio de 1975. Otra reseña importante a este trabajo se debe a Hernán del Solar en El Mercurio (Santiago), 2 de marzo de 1975.
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[62]

“Una obra de don Eugenio Pereira Salas. Apuntes para la historia de la cocina chilena”, Revista de la Universidad de Chile. Año II, Nº 60. Santiago, mayo de 1977, p. 6. Otras reseñas: “Libros reveladores. Eugenio Pereira Salas y la cocina chilena”, Revista del Domingo, El Mercurio (Santiago), 24 de abril de 1977; Gonzalo Orrego, “Páginas sorprendentes. Historia de la cocina chilena”, Las Últimas Noticias (Santiago), 12 de mayo de 1977; Andrés Sabella, “Linterna de papel. Sobre la cocina chilena”, Las Ultimas Noticias (Santiago), 28 de mayo de 1977; Andrés Sabella, “La cocina chilena”, El Mercurio (Antofagasta-Calama), 3 de junio de 1977 (reseña publicada también en La Prensa (Tocopilla), 3 de junio de 1977, El Mercurio (Tocopilla), 4 de junio de 1977 y La Discusión (Chillán), 27 de junio de 1977); Andrés Sabella, “Algo más sobre la cocina chilena”, Las Últimas Noticias (Santiago), 29 de mayo de 1977 (Reproducido en El Mercurio (Antofagasta-Calama), 4 de junio de 1977); José Garrido Rojas, “Dime que comes y...”, La Provincia (Ovalle), 8 de julio de 1977; Hernán del Solar, “Obras y autores. Eugenio Pereira Salas: La cocina chilena”, El Mercurio (Santiago), 31 de julio de 1977; Hernán Poblete Varas, “Guía de lectores”, La Tercera de la Hora (Santiago), 5 de marzo de 1978 (Reproducida en El Correo (Valdivia), 4 de septiembre de 1977); “Eugenio Pereira Salas y la cocina chilena”, El Mercurio (Santiago), 24 de abril de 1977; “Apuntes para la historia de la cocina chilena”, El Cronista (Santiago), 26 de mayo de 1977; “Publicaciones de Historia. Apuntes para la historia de la cocina chilena. Por Eugenio Pereira Salas...”, El Mercurio (Santiago), 12 de junio de 1977; Braulio Arenas, “Libros chilenos de cocina”, El Mercurio (Santiago), 28 de agosto de 1977; “Apuntes para la historia de la cocina chilena. Empanadas, sopaipillas y alfajores”, Amiga. Año III, Nº 20. Santiago, septiembre de 1977, pp. 49-50; “Apuntes para la historia de la cocina chilena”, Boletín Bibliográfico Literario. Nº 5. Santiago, 1977, p. 5; Américo, “Apuntes para la historia de la cocina chilena”, La Tercera de la Hora (Santiago), 11 de enero de 1978; “Empanadas y alfajores para celebrar el 18”, El Mercurio (Santiago), 16 de septiembre de 1978; Hernán Eyzaguirre, “Eugenio Pereira: Historiador de la cocina chilena”, La Segunda (Santiago), 22 de noviembre de 1979. “Fichero Bibliográfico”, Historia. Nº 15. Santiago, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1979, p. 376.
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[63]

Merino, “Don Eugenio Pereira Salas (1904-1979), Fundador de la Historiografía musical en Chile”, pp. 77-78.
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[64]

Reseña de Samuel Claro Valdés en Revista Musical Chilena. Nº 148. Santiago, Facultad de Ciencias y Artes Musicales y de la Representación, Universidad de Chile, octubre-diciembre de 1979, pp. 91-92. Véase también: Samuel Claro Valdés, Biobibliografía Musical de Chile”, El Mercurio (Santiago), 8 de abril de 1979, p. E 4; Braulio Arenas, “Las voces del pasado”, El Mercurio (Santiago), 29 de abril de 1979, p. E 2; “Eugenio Pereira Salas. Biobibliografía Musical de Chile desde los orígenes a 1886”, Revista de la Universidad de Chile. Nº 150. Santiago, 1979, p. 10 y la reseña de Robert Stevenson en Inter-American Music Review. 1-2. Spring-Summer 1979, pp. 241-242.
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[65]

Eugenio Pereira Salas, “Los relojes y la noción del tiempo en la época colonial”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Nº 68. Santiago, 1963, pp. 5-29. Este trabajo fue traducido al francés por P. X. Despilho y publicado en Annales. Economies-Societés-Civilizations. París, Janvier – Fevrier 1966, Nº 1, pp. 141-158, con el título de “L’evolution de la notion du temps et les hologers a l’epoque coloniale au Chili”. Una excelente revisión de este artículo puede encontrarse en Aldo Yávar M., “Eugenio Pereira Salas Premio Nacional de Historia 1974”, Dimensión Histórica de Chile. Nº 4-5. Santiago, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, 1977-1978, pp. 147-149.
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