Volumen 2, Nº1 Agosto de 2005

Ricardo Donoso Novoa y sus contribuciones a la historiografía nacional

 

I. Ricardo Donoso

Hijo de Ricardo Donoso Cruz y de Hortensia Novoa Concha, Ricardo Donoso nació en Talca el 1º de enero de 1896. Realizó sus estudios primarios en escuelas particulares de su ciudad natal, y en 1905 ingresó al Liceo de Talca en un momento de efervescencia estudiantil que movió a las autoridades a efectuar importantes cambios en la institución.

Donoso recordaba esa etapa de su vida con las siguientes palabras:

“El Rector (Gonzalo Cruz) estaba ya muy anciano y no tuvo el tino, ni las energías necesarias para reprimir las manifestaciones de rebeldía de la muchachada, de lo que derivó una clamorosa sublevación del estudiantado, que hubo necesidad de reprimir con la fuerza pública. Este fue el origen de la reorganización del establecimiento, del alejamiento de don Gonzalo Cruz y del nombramiento del nuevo Rector, don Enrique Molina, que había ejercido el profesorado en Chillán y Concepción, el cual solicitó la cooperación en el cargo de vicerrector de don Alejandro Venegas, profesor de Francés y Castellano que lo había sido en los Liceos de Chillán y Valdivia”[1].

Los profesores Molina y Venegas, que habían pertenecido al primer curso del Instituto Pedagógico en 1889, lograron encauzar al Liceo talquino por las vías del progreso, pero más que ello, influyeron poderosamente en la personalidad de Donoso, orientándolo al cultivo de las letras, especialmente de la historiografía, acción que encontró acogida en la familia del joven estudiante que siempre le estimuló, al igual que a su hermano, el crítico literario Armando Donoso, en esta senda. Probablemente, el profesor Venegas fue quien más influyó en Donoso, quien ha dejado el siguiente testimonio:

“Don Alejandro Venegas nos impresionó desde la primera hora por su espíritu crítico, su coraje cívico y la profundidad de sus conocimientos. Cuando hablaba de los escritores de su predilección, a quienes profesaba una admiración sin límites, un Benito Jerónimo Feijóo, o un Manuel José Quintana, su palabra adquiría un tono profético, profundamente impresionante. Era inclinado a la crítica social, y no era desconocida su profesión de fe, que había estampado en las páginas de su folleto “La Procesión de Corpus”, donde invocando a Jesús, decía: “Hazme justo, Señor, hazme sincero, dame el valor necesario para decir siempre la verdad, para hacer lo bueno, para defender al oprimido y para impugnar a los opresores. Comunícame, Señor, tu benevolencia para con todos, tu acendrado amor a los débiles, a los pobres, a los desgraciados. Fortaléceme para ahogar en mi pecho el egoísmo; aleja de mí el rencor, ennoblece mi alma para que pueda olvidar las ingratitudes y perdonar las ofensas. Abre, Señor, mi corazón a la belleza”[2].

La obra de Venegas, Sinceridad. Chile Intimo en 1910, publicada bajo el seudónimo de “Dr. Valdés Canje”, tuvo para Donoso el valor de ser un punto de partida para el estudio de los problemas sociales que Chile vivía en aquellos años. Dice Donoso que “este anhelo del profesor Venegas por llamar la atención de los poderes públicos hacia la importancia que tenía el mejoramiento de las condiciones de vida de las clases desvalidas, le concitó, naturalmente, enemistades y odiosidades muy profundas aún dentro del profesorado del mismo establecimiento”[3].

Por otra parte, Enrique Molina (futuro Rector de la Universidad de Concepción), “provocaba con sus extensas lecturas la curiosidad intelectual y proyectaba sus enseñanzas hasta los tiempos que vivíamos, sembrando en nuestras almas una profunda inquietud”[4].

El joven Donoso forjó tempranamente un carácter fuerte, vehemente, inquieto, apasionado, a veces impulsivo, siempre preocupado por descubrir la verdad tal cual él la captaba, y que expresaba, incluso en terminos duros, sin temor a la crítica. Por ello no es extraño que refiriéndose a una de sus obras --quizás la más polémica de todas, Alessandri, agitador y demoledor--, expresara en una entrevista al escritor Carlos Ruiz-Tagle Gandarillas las siguientes palabras, cargadas de ironía: “Tanto el León como los cachorros deberían hallarse agradecidos de esa publicación en dos tomos. ¿Qué otro historiador… ha trabajado en busca de documentos irrefutables? Nadie me ha podido desmentir nada, absolutamente nada”[5].

En 1913 Donoso ingresó al Instituto Pedagógico para cursar la carrera de Profesor de Historia y Geografía. Ese año aún dictaban cátedras los profesores Federico Hansen, Rodolfo Lenz y Hans Steffen [6], fundadores del Instituto. Junto a ellos destacaban los maestros Darío Salas, Luis Puga Rojas, Julio Montebruno López y Alejandro Fuenzalida Grandón[7]. Sobre éste último Donoso estampó sus recuerdos diciendo: “Tenía una cultura literaria e histórica poco común, disfrutaba de una memoria prodigiosa, había viajado por Europa y América, y sus clases eran, si no un modelo de método pedagógico, de un carácter enciclopédico deslumbrador. Era sin duda el más aventajado discípulo del señor Barros Arana, con cuyas ideas y convicciones tenía la más estrecha afinidad”[8], y refiriéndose a Montebruno destacó que, a diferencia de Fuenzalida, “era otra cosa. Para él lo primordial eran las ideas generales, los conceptos filosóficos, los hechos fundamentales de la Historia Universal, relegando a un plano secundario los detalles que nos decía encontraríamos en los libros”[9].

Siendo aún estudiante, y gracias al apoyo prestado por Darío Salas, Donoso comenzó a trabajar en la Fiscalía de la Dirección General de Instrucción Primaria, donde permaneció hasta 1925, fecha en que fue trasladado al Archivo Nacional. Concluidos sus estudios, se tituló de Profesor de Historia y Geografía el 9 de mayo de 1927.

El 23 de noviembre de 1927 fue nombrado Director del Archivo Nacional, cargo que desempeñó hasta obtener su jubilación en enero de 1954. También en 1927 pasó a dirigir la Revista Chilena de Historia y Geografía, en reemplazo de Fanor Velasco Velásquez, manteniendo la dirección hasta 1968. En la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, organismo al que Donoso ingresó en su juventud, desempeñó, además de la dirección de la revista, importantes funciones, integrando varias veces la Junta de Administración, y ocupando la Secretaría General (1927-1940) y la Presidencia en los períodos 1940-1954, 1955-1956 y 1969-1974. En otras palabras, fue elegido Presidente en tres oportunidades y reelegido en 19 ocasiones. La Sociedad retribuyó su cooperación nombrándolo Director Honorario y otorgándole la Medalla de Oro en 1970.

En 1930 el señor Donoso se incorporó a la planta docente del Instituto Nacional, cumpliendo sus funciones académicas hasta 1938. En los momentos de su ingreso, como él mismo lo anota, “corrían tiempos borrascosos; a los sombríos nubarrones que se cernían sobre la vida nacional, se agregaban los de la tempestad que ensombrecían el horizonte más allá de nuestras fronteras: los éxitos del fascismo, la guerra civil española y los primeros episodios de la segunda guerra mundial. Nuestras conversaciones en la sala de profesores, a las que un espíritu maligno, recordando la preeminencia que había ejercido en ellas un connotado profesor, había calificado de cursos de repetición para retardados mentales, perdieron toda su serenidad, y fue frecuente que se encendieran discusiones apasionadas y ardorosas”[10].

Cuatro años más tarde, Donoso fue nombrado Profesor de Historia de Chile en el Departamento de Historia del Instituto Pedagógico. Ocasionalmente sirvió también otras cátedras y se desempeñó como Profesor Jefe del Departamento. Ejerció la docencia universitaria por espacio de 19 años, retirándose a fines de 1953. Tiempo después, el 12 de agosto de 1965, la Facultad de Filosofía y Educación lo incorporó como miembro académico.

Ricardo Donoso no se dedicó exclusivamente a las tareas administrativas y docentes que hemos indicado. Aprovechando su permanencia en el Archivo Nacional, repositorio documental en el que llevó adelante una importante labor, entregó también gran parte de su tiempo a la investigación historiográfica. En una entrevista que concedió al historiador norteamericano Peter J. Sehlinger, expresó que la “tarea de organizar la documentación histórica que se conservaba en el Archivo Nacional sólo pudo realizarse a través de los años con la colaboración de un personal muy laborioso de archiveros, que realizó una doble labor. Primero, ordenar y organizar las colecciones documentales; en seguida, catalogarlas de modo que todo el material de manuscritos que se conservaba en ese depósito pudiera ser facilitado al público para su consulta. Como resultado de esta tarea se encuentran actualmente a disposición del público todos los manuscritos que se conservan en el Archivo Nacional, por medio de catálogos impresos o copiados a máquina. De modo que no hay ni un solo papel de las colecciones históricas del Archivo Nacional que no pueda ser consultado por los hombres de estudio o por el público para sus trabajos de investigación”[11].

Respecto de su labor en la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, específicamente la dirección de la revista, el señor Donoso ha dejado el siguiente testimonio que en parte explica el prestigio que esta publicación tiene en Chile y en el extranjero: “En mi carácter de director de la Revista Chilena de Historia y Geografía, que he ejercido durante un largo período de cuarenta años, me he esforzado por hacer de esta publicación un órgano de la expresión del pensamiento de los historiadores americanos, tarea en la cual anduve muy afortunado por cuanto conté con la cooperación de numerosos historiadores, de Estados Unidos, de España y de los distintos países americanos. De modo que, en realidad, esta publicación, más que una revista propiamente chilena, ha sido una revista americana de historia, que ha estudiado los problemas que en los últimos años han apasionado más a estos profesionales”[12].

Julio Heise González, ex Decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, ha descrito el trabajo de Donoso en la Sociedad Chilena de Historia y Geografía en los siguientes términos:

“Sus desvelos por difundir y dar prestigio a la labor de la Sociedad de Historia y Geografía fueron –sin duda— un aspecto sobresaliente de su acción. Como Presidente de la Sociedad y como director de nuestra revista desplegó una actividad asombrosa. Organizó y dirigió las inolvidables tertulias de las cuales fue notable animador. Los miembros de la Sociedad que concurrían en gran número a estas reuniones, antes que intervenir, preferían escuchar al distinguido maestro que siempre sabía poner la nota de verdad y de simpatía que espontáneamente brotaba de sus ingeniosos comentarios. Su poderosa mente y su corazón generoso los puso al servicio de nuestra corporación. Realizó un valioso aporte en ideas e iniciativas para el desenvolvimiento de las ciencias históricas y geográficas”[13].

Entre 1954 y 1955, Donoso fue Profesor Visitante en la Universidad de Miami, y entre 1963 y 1964 se desempeñó en igual categoría en la Universidad de Harvard, donde tuvo la oportunidad de trabajar junto a destacados historiadores norteamericanos, entre otros, Samuel E. Morison.

En 1972 se confirió a Donoso el Premio Nacional de Ciencias por una vastísima labor que va más allá de Chile, pues durante muchos años colaboró con la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, fue miembro vitalicio, a partir de 1954, de la Fundación Vicente Lecuna, de Caracas, y en 1979 se le otorgó en México el premio Rafael Heliodoro Valle. También fue miembro correspondiente de instituciones tales como la Academia Nacional de la Historia (Argentina), y la Sociedad de Historia del mismo país; del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay; de la Sociedad Geográfica del Perú; de la Academia de la Historia Venezolana; la American Geographic Society (Nueva York), y de la Hispanic American Society. En Chile fue Director subrogante de la Biblioteca Nacional, miembro de la Comisión de Monumentos Nacionales, y de la Junta Directiva del Archivo O’Higgins, presidente de la Sociedad de Bibliófilos Chilenos, y representante de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía en el Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.

Dotado, según afirman quienes lo conocieron, de una inteligencia sobresaliente, de gran facilidad de expresión, conversador ameno, memoria prodigiosa y lector incansable, Donoso fue también un personaje polémico, batallador e irónico, que defendió con vehemencia sus planteamientos y principios. Como profesor del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile contribuyó a la formación de varias generaciones de profesores de Historia y Geografía, y entre sus alumnos más destacados figuran los premios nacionales de Historia Néstor Meza Villalobos y Mario Góngora del Campo.

Ricardo donoso Novoa falleció en Santiago el 3 de mayo de 1985, cuando ya había cumplido los 89 años de edad.

Antes de entrar al análisis de algunas de las obras de Donoso, estimamos necesario preguntar cuál fue su concepción de la historiografía. En otras palabras, repetir una de las preguntas que conforman la entrevista que le hiciera el profesor Sehlinger: “¿en qué consiste, en su opinión, un buen estudio histórico y cuáles son las aptitudes que debe reunir un historiador para hacer una historia objetiva?”. La respuesta de Donoso fue la siguiente:

“No han sido ajenas a las preocupaciones de los historiadores en el último medio siglo las condiciones que debe reunir un escritor que pretenda exhibir el título de historiador. Se ha insistido con mucha razón en que un hombre que afronte la responsabilidad de esta tarea debe tener una cultura general muy sólida, y que no deben ser ajenos a sus conocimientos los ramos generales de toda persona culta. Hay cierta resistencia a la especialización y una inclinación general a exigir del historiador una cultura general sólida que, podríamos decir, debe tener una base esencialmente humanística. Mucho se ha discutido sobre si es posible llegar a una historia imparcial, ajena a preocupaciones políticas, religiosas o de otra índole. Pero es inevitable que todo escritor que tiene una formación ideológica determinada tenga su credo personal propio, y que este credo personal propio se exprese con más o menos claridad a través de sus escritos. Lo que sí es inaceptable es que el historiador pretenda convertirse en un impostor, que tergiverse documentos, que otros los deje en oscuridad, que haga citas truncas, que omita testimonios valiosos y que presente las cosas con caracteres tan tendenciosos que quede en evidencia la parcialidad de sus escritos”[14].

La Revista Chilena de Historia y Geografía incluyó en su número 135, correspondiente a 1985, un homenaje a Ricardo Donoso en el que se incluyó “Una nueva bibliografía de don Ricardo Donoso” (pp. 43-56)[15], que enlista 184 publicaciones que comprenden libros, folletos, apartados, y reseñas bibliográficas, discursos de homenaje y otras piezas. Creemos que la bibliografía completa de Donoso abarca mucho más, ya que los autores revelan que no han computado los artículos de prensa y los insertos en revistas especializadas chilenas y extranjeras, como la Revista de Historia de América de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, el Boletín de la Unión Panamericana (Washington), Hispanic American Historical Review, Cuadernos Americanos (México), Revista de Historia Americana y Argentina (Mendoza) y Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires). Entre las revistas chilenas, Donoso colaboró en Atenea, Chile Magazine, Revista Chilena, Boletín de la Biblioteca Nacional, La Información, Anales de la Universidad de Chile, Revista del Pacífico y Boletín del Instituto Nacional. En otras palabras, la bibliografía de dora Ricardo Donoso está aún por componerse.

En esta vasta obra historiográfica se advierten claramente dos vertientes o tendencias distintas, pero complementarias entre sí: los estudios biográficos y las monografías relativas a historia política, a los cuales habría que sumar otras obras de diferente índole.

I. Ricardo Donoso | II. Estudios biográficos | III. Estudios de historiografía política | Notas | Versión de impresión

 




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